Cuasi plegarias navideñas

23 diciembre 2020

Quien quiera ver a Dios, tiene que ser ciego. (Maestro Eckhart)

Raquel Forner

Le ruego a Dios en mi interior, que me dé el coraje de preguntar la pregunta correcta. (Elie Wiesel)

Quizás vale le pena investigar lo desconocido, aunque sólo sea porque el sentimiento de no saber es doloroso. (Krzysztof Kieslowski)

  1. Señor Dios: Hace tiempo que no hablo contigo, tal vez porque tus respuestas suelen ser escasas, difíciles de interpretar, como dijeron otros más sabios antes que yo. Si en la actualidad no lo intento siquiera, debe decirte algo que no escapará a Tu omnisciencia: generalmente dejo de hablar con quienes compruebo que no me escuchan.
  2. En este diálogo roto no hay desafío ni reproches. Algo se perdió. La posibilidad de recomponer la relación que antes se daba sin conflictos, hoy puede ser nula y casi es mejor que así sea. Nunca me defraudarás, nunca renegaré de Ti. Cada uno de nosotros habita un territorio incomunicable para el otro.
  3. Cuando se afirmaba que yo estaba hecho a Tu imagen y semejanza, me prometían que entre nosotros nada sería más cómodo que un diálogo fluido y respuestas fáciles de desentrañar, porque nos parecíamos, a pesar la disparidad de poderes y sobre todo, porque Te compadecerías de mí, Tu criatura.
  4. Los místicos contrariaban esa expectativa simplona y ellos debían saber más que los catequistas, aunque solo fuera por haber dedicado más tiempo y talento a pensar el tema. Ni Tú le hablabas a todo el mundo en todo momento, ni cualquiera de nosotros intentaba realmente comunicarse contigo a cada rato.
  5. Señor Dios: Soy apenas un mortal, que se equivoca y nunca termina de entender por qué hace lo que hace, cuando trata de corregirse;  que no acierta de entrada y suele darse por vencido, pero no es tan necio que niegue su imperfección evidente y sobre todo trata de no atrincherarse en sus primeros errores, porque confía en la interacción con sus iguales, capaz de liberarlo de sus límites idiotas.
  6. Señor Dios: Me considero obligado a oír lo que se dice alrededor y también lo que se calla. Me considero obligado a ver las evidencias inocultables que ofrece el mundo. No emito juicios lapidarios, porque nunca estoy demasiado seguro de dónde estoy parado. Mi verdad no existe para que yo la imponga con la certeza de que Tú mismo la impones.
  7. Señor Dios: Yo no intento sustituirte en este mundo, que todos los días me reitera la posibilidad de vivir cómodamente sin Ti. “Humano soy; nada humano me es ajeno” escribió Publio Terencio Africano hace más de dos mil años y no es posible decirlo mejor.
  8. Señor Dios: No voy a considerarme Tu hijo, como proponen los creyentes, ni voy a llamarme Tu padre, como correspondería si atendiéramos a la evidencia.  Somos todo eso y algo más. En un mundo donde yo no existiera, ¿acaso existirías Tú? En este mundo donde yo existo, en cambio, Tú te vuelves cada vez más distante.
  9. Han atribuido a Dios las nociones de lo que está bien y lo que está mal, de un más allá donde todo se juzga, se castiga o se premia. Probablemente  no fue Él quien redactó esas normas, pero hacían tanta falta que podemos atribuírselas, para que resulten difíciles de ignorar.
  10. Señor Dios: Desapareciste de mi horizonte y a diferencia de otros, no he buscado cómo llenar el vacío, ni he permitido que lo llenen otras figuras dispuestas a consolarme. Guardo ese espacio tal como lo dejaste, sin esperar nada, en señal de respeto a nuestro diálogo, que hasta ahí nomás llegó.

    Adolf Hiler con jóvenes hitleristas

  11. El Salmo 44 lo dice con el dolor de quienes fueron defraudados: “Nos entregaste como ovejas al matadero y nos dispersaste entre las naciones, vendiste a tu pueblo por nada. (…) Todo esto nos ha sobrevenido sin que nos hayamos olvidado de Ti”. ¿Dónde estabas Tú, oigo preguntar, mientras algunos inventaban Auschwitz y otros (demasiados) lo padecían?
  12. Hay quien piensa en Dios como el supremo juez que todo lo ve y todo lo evalúa, premiando o castigando a los humanos que se encuentran enredados en sus propis designios, como hay quien lo percibe como el divino maestro que a través de las duras pruebas a las que nos somete, también nos marca el camino hacia la vida eterna. En ambas imágenes, del Dios paternal no queda mucho.
  13. Tu finitud, se ha dicho, quedó expuesta, y no es posible continuar ignorándola. Eso que dio sentido a tantas generaciones que confiaron en Tus palabras, se ha disuelto en nada. Nos queda la orfandad compartida, que no es poca cosa para continuar siendo quienes llegamos a ser por tu intermedio.
  14. Cuesta imaginar al Dios paternal, amante de sus criaturas, en un mundo regido por la ferocidad humana. Su ausencia es inocultable para el que sufre, y también, desgraciadamente, para aquel que decide hacer sufrir. No está más. Se ha ido. No es que nosotros lo hayamos abandonado.
  15. Podría sentarme a lamentar la ausencia de Dios o podría celebrarlo, como si ese fuera el día inaugural de mi responsabilidad en este mundo, pero todo eso está de más. Lo que aprendí, me costará olvidarlo: soy yo para decidir qué haré con la vida que me fue dada y no debo buscar excusas ni ayudas providenciales.
  16. Soy yo, incluso cuando me veo forzado a hacer lo que estoy haciendo. Siempre soy yo, responsable de hacer o dejar de hacer. Eso es estar vivo y tener conciencia de estarlo. A mí me corresponde hallar el camino o extraviarlo. De mí depende no inventar excusas que a nadie engañan.

Se puede respetar a los padres y a los vecinos, visitar museos y asistir a encuentros literarios, desempeñar un papel en la vida pública, y empezar un día a masacrar hombres, mujeres y niños, sin vacilación y sin culpa. (…) El legado espiritual recibido no proporciona ningún resguardo. (Elie Wiesel)

Lo contrario del amor no es odio, es indiferencia. Lo contrario del arte no es la fealdad, es indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es indiferencia. Y lo contrario de la vida no es muerte, sino indiferencia. Porque de indiferencia uno muere antes de morir. (Elie Wiesel)

Millet: Angelus

  1. Señor Dios: Tu expulsión del mundo ha sido tan completa, que reintentar el diálogo posible en otros tiempos, parece inútil. Sé que no habrás de protegerme de mis enemigos. Desconfío de mi capacidad de sumar a otros a mi fe. No es mucho, pero es el comienzo de una relación donde ninguno de nosotros abuse del otro.
  2. Señor Dios: El respeto que te demuestro no es inferior al que le debo a cada uno de mis iguales. El privilegio que te concedo al dirigirme a Ti como supremo interlocutor, no es inferior al que concedo a mis pares. Cuando le hablo al Creador, no hace falta decirlo, es porque de algún modo yo te he creado.
  3. Señor Dios: Eres el nombre que doy a todo aquello que no alcanzo de mí, a pesar de que logre imaginarlo fuera de mí. La perfección que le está negada a mi habitual torpeza. Los poderes inaccesibles para mi debilidad. La eternidad soñada por mi mortalidad. Eres lo que no soy ni seré… pero no eres.
  4. Señor Dios: Llegaste al mundo porque te necesitábamos. Cumpliste la función que te designamos. Te entronizamos para conducirnos en una dirección y evitar que nos dispersáramos. Te hicimos prometer castigos y recompensas. Allí has estado, acostumbrándonos a tu presencia, pero hoy te desplazaron.

Fueron los rituales religiosos los que ayudaron a crear una identidad colectiva y un sentimiento de pertenencia; los que actuaron como un  pegamento social y ayudaron a que la gente de estas sociedades cooperase. (Harvey Whitehouse)

Este mundo es sagrado, eterno, inconmensurable: el todo y la unidad misma; ilimitado y sin embargo, semejante a lo limitado; confiable en todas las cosas y sin embargo semejante a lo incierto; al mismo tiempo obra de la naturaleza de las cosas y la naturaleza de las cosas misma. (Plinio: Naturalis historia)


Estar demás

28 febrero 2024
  1. Estar demás es resignarse a que lo ninguneen sin motivo, porque después de todo y aunque no lo confiese, comparte la opinión adversa que lo sume en ese estado. Si le hubiera tocado el rol opuesto, para ningunear a otro que no puede defenderse, lo habría asumido sin vacilaciones.
  2. ¿Qué reclama? Después de todo, ningún privilegio, pero también ninguna discriminación. Al hacerlo, tal vez abusa de la buena voluntad que disponen aquellos que tienen el poder (y no suele ser mucha). Estar de más no es una situación que se disfrute, pero al mismo tiempo resulta fácil comprobar que no son tantos quienes se atreven a reclamar. La sufren, podrían denunciarla, pero la aceptan.
  3. Estar de más y quejarse, a la espera de que alguien generoso y con más poderes se conmueva y lo ayude a sobrellevar una situación que no intenta detener, a pesar de que nada lo obliga a fijarse en su persona. Depender del azar improbable de la caridad, en la secreta confianza de prevalecer.
  4. Aquellos que ejercen el poder, te necesitan o te marginan. Pensar en otras alternativas es inútil optimismo. Sirves para cumplir alguna función en un sistema que no inventaste ni controlas, o se desconciertan por tu presencia no prevista y deciden eliminarte de la escena, como si fuera en legítima defensa.
  5. Estar de más y hasta celebrarlo. No tiene ninguna responsabilidad en su suerte, a pesar de que objetivamente lo pasa mal. Ahora es víctima, regresa al sentimiento de indefensión que experimentó durante la infancia. Mientras tanto, es mejor que no lo sepa nadie, porque en el fondo lo disfruta.
  6. Uno se descuida y para su gran sorpresa, un día u otro descubre que está demás, que sobra y tiene que retirarse (incluso huir discretamente). No es buena noticia, porque el juicio ajeno, por unilateral que sea, resulta inapelable. Más bien le anuncian que en cualquier momento pueden decidir que molesta y hasta ahí nomás llegó la tolerancia que disfruta. Debe encontrar pronto la manera de apartarse del camino que había elegido voluntariamente y hasta sonriendo, para que no lo humillen más de lo necesario, ni lo arrollen quienes van a reemplazarlo.
  7. Estar de más y callarse la humillación, porque ha llegado a la convicción de que daría lo mismo que no existiera. Los débiles esfuerzos que realiza para seguir con vida, no llaman la atención de nadie, asegurándose la posibilidad de salir adelante, a pesar de que solo sea por inercia.
  8. Día tras día, desafía prohibiciones, demostrando que es posible hacerlo, cuando debería resignarse al silencio, a la sonrisa, al aplauso del discurso ajeno. Debería quedarse a la sombra de otros, que acaparan la luz. Debería respetar los límites que desde lo alto le fueron impuestos. Le permiten ser quien es hoy, en la confianza de que finalmente desespere de ser lo que ha soñado.
  9. Al envejecer, acepta, debe prepararse, porque el final se acerca y tarde o temprano lo atrapará. Todo lo que nace merece morir, dijo Goethe y es imposible refutarlo. Antes de confirmar la regla, experimentará el futuro, cuando compruebe cómo lo olvidan o le demuestran que está de más. Si sobrevive a eso, la muerte es un consuelo.
  10. Cuando envejeciera, imaginaba en su juventud, más le valdría estar muerto que limitado en sus facultades. Al envejecer, comprueba diariamente y hasta sin asombro, su capacidad para sobrevivir duelos que no son eternos, ni lo distraen de su lucha por salir adelante con lo que todavía le queda.
  11. No deja de ser un consuelo entender que, a pesar de haber sobrevivido sin excesivo deterioro, mientras tantos otros quedan en el camino, por haber esperado más o haberse cuidado menos, está (se dice) pero está demás, como evidencia del azar que en cualquier momento se puede volver en contra.
  12. Sobras, te lo han dado a entender más de una vez, pero aquí estás y permaneces. Tal es el desafío que hoy encaras. Nada te obliga a sobrevivir sin esperanzas. Aprendiste a aferrarte a lo que encuentras, por insuficiente que sea, con tal de seguir estando de más. Lo haces hasta sin pensar.
  13. Algo se mueve en ti que te rescata cuando sientes que vas a hundirse. Algo te impulsa a moverte para salir a flote. No era tu decisión, no era lo que deseabas. Puedes verte haciéndolo como si fuera otro quien lo hace. No sabes si debes agradecer a tu obstinación o lamentar que te contradiga.
  14. Dejarte ir, abandonarte al impulso de no ser que viene desde tan lejos, promete no la felicidad que alguna vez conociste, sino el fin de la actual rutina, algo que no llega a ser alivio, pero tampoco brinda nuevo espacio al dolor. Ves llegar esa opción, la examinas con objetividad y a continuación la postergas.
  15. En su juventud, ser viejo era una falta imperdonable, en la que no se imaginaba incurrir. De algún modo no dicho, que no hubiera aceptado que le atribuyeran, debía morir joven, durante algún acto memorable, para evitar el olvido y la vergüenza de la decrepitud. Solo era miedo, que se vio forzado a superar.
  16. Deben verlo (si acaso lo ven) como evidente anomalía, tolerada mientras se vaya pronto. Molesta (y no poco) que siga en este mundo que no le corresponde habitar, porque ya tuvo su oportunidad (puede suponerse) y la desaprovechó, si es que alguna vez la tuvo, planteando una fea premonición para las nuevas generaciones, que tanto creen diferenciarse de aquellas que la precedieron.
  17. Le dan a entender que no se debe estorbar a quienes tienen hoy la sartén por el mango. Hasta no hace mucho lo suyo era considerado un aporte discutido o valorado, al que le reconocían su espacio. Ahora le avisan que la situación ha cambiado. Sobra. Incomoda. Tiene que tomarlo en cuenta. Si no se da por enterado, si se resiste por cualquier motivo, tendrá que prepararse para pelear por su vida, que de todos modos le corresponde perder.
  18. La vida toma sentido en ocasiones. La ves plantarse delante de ti para informarte: “No estás demás, a pesar de las evidencias adversas que interpretaste como definitivas. Te necesitan y eso justifica no entregarte a la desesperanza”. Esa es tu incierta vida y es también la vida de otros.
  19. La vida pierde sentido a cada rato y a pesar de nuestras expectativas, no siempre lo recupera. Cuando lo consigue, lo paladea, porque sabe que tal vez no dure y más bien se siente satisfecho si se confirman sus oscuras previsiones. ¿Debería quejarse? Se acostumbró a los desaires. Formó callos. Los llaman resiliencia.

ANOMIA

6 diciembre 2023
  1. Arréglate como puedas, allí donde te haya tocado estar, con los pocos recursos que obtengas no importa cómo, mientras dure una situación que de acuerdo con las evidencias no controlas. Tal es el mensaje reiterado, hasta volverse indiscutible, que termina por tatuarse en la conciencia de quien no divisa en el horizonte nada mejor. ¿Cómo extrañarse entonces de que reacciones como un perro apaleado? Buscas de nuevo y feliz a quién te golpeó.
  2. ¿Qué se compra hoy en el mercado? ¿Qué precio están dispuestos a pagar los consumidores? Eso es lo que producirá y en el mejor de los casos venderá, siempre y cuando le deje buenas ganancias. Detenerse a pensar en la opinión sensata (y casi siempre desfavorable) de aquellos que no tienen nada que ver en la transacción, pero se permiten evaluar la vida ajena, es perder el tiempo, algo que no está dispuesto a desperdiciar.
  3. Algo aprendió muy pronto y no fue en la escuela, donde se suponía que lo formaban: debía valerse por sí mismo. No es una lección muy amable, ni lo enorgullece haberse visto obligado a aprenderla, ni siquiera sirve para asegurarle el reconocimiento universal, pero tampoco se olvida y más de una vez le permitirá salir con vida y cicatrices, allí donde otros se entregan.
  4. Pronto comprendió que (le gustara o no) debía eliminar competidores. No había peores adversarios que aquellos a quienes consideraba sus amigos, y tal vez lo fueran, hasta el momento en que advirtieran la posibilidad de obtener impensados beneficios al olvidar toda promesa de lealtad. En esa situación, ¿quién dudaría en ser Judas? Imaginar que cualquiera haría lo mismo, lo liberaba de toda responsabilidad en sus propias traiciones.
  5. Las simplificaciones son adictivas. Abrigan y no tardan en ahogar a quienes las aceptan. Una vez incorporadas a la rutina, la opción de examinarlas con objetividad y desecharlas en caso de estar equivocadas o ponerles un límite para que no desborden la razón, se revela imposible. De pronto ellas son todo el universo imaginable, ellas imponen sus reglas. Tienes que aceptarlas.
  6. Está convencido de haber llegado a ser el dueño vitalicio de la verdad, gracias a un privilegio que Dios le concede. Haga lo que haga, resulta imposible que se equivoque. Si algo no coincide con sus expectativas, lo atribuirá a un complot de sus enemigos que combatirá sin reparar en los recursos que utilice, o apartará la vista para no enterarse de su existencia, cuando lo derrotan.
  7. Preferiría seguir engañado, creyendo que la realidad cambia siguiendo el ritmo de sus deseos tan generosos como desinformados, pero no es así; la porfiada realidad le demuestra su error a cada rato. Debería ser muy imbécil o estar convencido de su rol mesiánico para ignorar las evidencias.
  8. Sí, ha vivido, envejeció, se ha recuperado de una multitud de desengaños, debería haber acumulado información que le permita decidir a conciencia cada vez que enfrenta los mismos problemas. Sin embargo, los errores en serie que ha cometido le demuestran, que a pesar de tantas experiencias que dejan su marca difícil de ignorar, nadie aprende nada.
  9. Se resiste con convicción digna de aplauso a cualquier cambio. En ocasiones debe poner en juego todo su ingenio para seguir siendo quien ha sido, quien está convencido de ser de ahora para siempre, aunque la recompensa que obtenga de su intento no pase de ser un desengaño más. No está bien informado, le demuestran reiteradamente los hechos.
  10. Hace tiempo dejó de preguntarse quién era, qué estaba haciendo en este mundo, cuándo le correspondía intentar averiguarlo, para continuar en la misma dirección que estaba siguiendo o detenerse antes de empeorar su situación. ¿Por qué habría de cuestionar todo lo que (en algunos casos) y en otros acepta y disfruta desde siempre? Cuanto más prolonga su aceptación del error, más difícil resulta corregirlo.
  11. Solo quiere más de aquello que conoce bien, aunque sabe que no es bueno. Ha renunciado de antemano a mejorar su situación. Le encanta retener para su exclusivo disfrute lo poco que alcanzó con tanto esfuerzo, y al cabo de un tiempo, sin embargo, lo defrauda. Está obligado a reconocer (con pudor) sus límites. ¿Pero acaso hay algo distinto?
  12. Desde que recuerda le han dicho quién es, qué puede esperar de los demás, qué le corresponde hacer en este mundo y también en el otro. Pudo haberlo olvidado o (lo más probable) decidió olvidarlo, porque se creyó destinado a gozar de una libertad mayor, ilimitada, más vengativa que reivindicatoria, solo entrevista en sueños. ¿Qué ha conseguido al adoptar este camino? Probablemente nada.
  13. Ser libre, para el prisionero que lleva encerrado toda su vida, es ignorar el orden que en la actualidad lo somete; es humillar de inmediato a quien lo humilla desde que recuerda. Cuando despierte de su estéril fantaseo, si alguna vez despierta, el reconocimiento de haber confundido sueños y vigilia solo conseguirá incrementar su enojo. Perdió las oportunidades que le fueron brindadas, sin disfrutarlas.
  14. No acepta límites. Nunca se los marcaron. Creció viendo cómo a pesar de que otros más afortunados vivían sin ellos, el anunciado castigo de los moralistas no llegaba. Prescindir de alguna violación a normas tan arraigadas, era como desprenderse de una parte de su cuerpo, operación que puede ser necesaria en ocasiones, pero de todos modos resulta inaceptable.
  15. No necesita que nadie le cuente qué debe hacer. Ya se lo han dicho más veces de las que estuvo dispuesto a aceptar. Si ha callado, fue por cálculo. Gracias al silencio, los convenció de que había aceptado sus valores, aunque todo el tiempo se dijera: me da lo mismo. Puede dejarlos felices y olvidarlos.
  16. Insatisfecho, sabe muy bien qué le falta, qué le molesta. No está dispuesto a aceptar nada que lo contradiga, ni a participar en negociaciones prometedoras, mientras no satisfagan sus demandas (legítimas o no) como si el universo entero debiera prestarle particular atención y no reparara en costos, con tal de calmar su todopoderoso enojo.
  17. ¿Cuesta mucho no pensar qué está haciendo ahora, qué estuvo haciendo antes, qué hará después? ¿Cuesta menos dejarse llevar por impulsos que no se analizan ni se contrastan con ninguna regla compartida? Quiere ser dueño de sí, no responder de sus actos ante nadie más. Quiere simplemente salirse con la suya.
  18. Hay evidencias contundentes que no lo detienen. Fracasará su proyecto de alterar el orden establecido, porque no está preparado para llevar a cabo una empresa tan grande como esa. Todo quedará en unas cuantas bellas frases, que ojalá se olviden, para no comprometerlo más de lo que está.
  19. Deberá pagar los daños que causen sus decisiones no pensadas, sus promesas irresponsables. Quedará marcado para que lo repriman cada vez que lo intente de nuevo, pero entre tanto logrará hacerse notar, como alguien que puede molestar, causar miedo, obstaculizar por un rato a quienes pudieran detenerlo.
  20. ¿Quién es? No se lo pregunta. No se lo informaron o tal vez lo ha olvidado y prefiere actuar dejándose llevar por las emociones. No quiere preguntárselo, para no encontrar una respuesta que probablemente conoce de antemano y por algún motivo que no entiende, le repugna aceptar.
  21. Hay una sensación de libertad imposible de ignorar en la violencia desmedida. Por fin, después de tanta sumisión a normas que le fueron impuestas y no termina de aceptar, por fin responde como quería: demostrando que defenderá sus intereses vulnerados, sin importar lo que cueste.

DANDO TUMBOS

2 noviembre 2023

Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema. (Winston Churchill)

  1. Alegremente cambia de visión del mundo como quien renueva su vestuario, para ajustarse al código de lo que en la actualidad se usa (Lillian Hellman declaró no ser capaz de intentarlo). Quiere diferenciarse lo más posible de algo que le ha sido impuesto y considera opresivo, insostenible, negador de su identidad (cualquiera sea) para adoptar una perspectiva que apenas conoce y (¿por cuánto tiempo?) le promete liberarlo de sus anteriores ligaduras.
  2. Ignora toda coherencia personal, como si fuera un estorbo que no se tomará el trabajo de considerar, y sin embargo confirma su disponibilidad para hacer lo que convenga; en otras palabras, su prudente vacuidad para lo que venga. Nada le importa mucho, ni demasiado tiempo, nadie conmueve su inquebrantable decisión de prevalecer sobre quienes percibe como indeseables competidores.
  3. Hace lo que se le antoja, cuando hace falta, que es molestar a los demás. Ha descubierto resquicios en la rutina colectiva por donde puede introducir sus proyectos que sabe sin futuro. Nadie le presta la menor atención, ha constatado, porque objetivamente no la merece. Debería apartarse, pero es lo último que hará. En medio de la impunidad ganada por su insignificancia, se hace notar. Eso es todo lo que suele importarle.
  4. Suele darse el gusto de entregarse a la rabia, como si ese fuera su derecho indiscutible. La ceguera del enojo es como la excitación sexual: el signo de algo que está bien, que funciona como debe ser, mal que le pese a los demás (que en ese momento de exaltación nada importan).
  5. Descree los sagrados compromisos que no hace mucho pudo haber asumido. Traiciona sin mayores problemas a quien se vuelva necesario en cada instante. Puede hacer borrón y cuenta nueva diariamente, sin duelos ni ceremonias de ningún tipo. Si reaccionara de otro modo, como hacen otros a quienes desprecia por débiles, perdería el cuestionable respeto que se debe a sí mismo.
  6. Los golpes que se ha dado hubieran debido obligarlo a cuestionar, incluso a revertir sus decisiones del pasado, pero eso no ha ocurrido y no lo tiene previsto para el futuro. Aquello que no percibe como traiciones ni carencias, no debería cambiar. Es (considera) siempre el mismo.
  7. No conviene descuidar el peso de aquellos a quienes nadie toma en cuenta, ni respeta, porque su enojo desoído puede haber quedado intacto, envenenando su percepción del mundo, acumulándose en cada nueva humillación, disponible para explotar el día menos pensado, mientras sus adversarios ignoran que se encuentran marcados como tales.
  8. No conviene descuidar la participación de aquellos que (según se ha demostrado) no quieren aportar nada. Tienen que ser empujados para que se muevan y protestan por la descortesía. Deben ser arrastrados todo el camino y su peso muerto desafía la paciencia de quienes se han propuesto incorporarlos a un proyecto compartido. Solo existen para resistirse.
  9. ¡Qué motor tan poderoso es el enojo! No permite ver demasiado lejos, porque concentra la atención en un solo punto, pero en medio de la obnubilación nada le parece imposible. Si está equivocado, como suele ocurrir, poco le importa. No se concede ningún espacio para arrepentirse.
  10. No reprimir el enojo suele ser considerado como un signo de autenticidad, cuando lo más probable es que no pase de ser una falta de control, la incapacidad para tomar en cuenta la molestia que se le causa a otros. Al revelarles la molestia que ellos causan, reaccionan ofendidos. La rabia es suya o solo en medio de la rabia se sienten ellos.
  11. No volver atrás llega a convertirse en su estilo de vida. No reflexionará sobre su experiencia, no aprenderá nada, no aceptará el dictamen de ninguna autoridad que lo invite a pensar. Si de algo está seguro, es de sí mismo, como héroe de una epopeya narcisista carente de pasado y futuro, que goza de un presente que se anuncia eternamente en riesgo.
  12. Promete que avanzará sin desviarse ni hacer concesiones. Hay quienes lo aplauden, como si anunciara algo real, inaudito, que se opone a la práctica habitual de sus colegas, cuando no pasa de ser una frase hueca, no se sabe si fruto de su ignorancia o de su astucia. El tiempo se encargará de imponer la verdad, que es otra.
  13. Vive sin elaborar planes, dejándose llevar por los impulsos que llegan, no sabe muy bien de dónde, ni por qué, pero bastan que aparezcan para mantenerlo en movimiento. Lo más probable es que ningún observador advierta que en esos momentos en los que debiera estar más lúcido… se encuentra perdido.
  14. En cada oportunidad, cree saber contra qué (contra quién) está. Se mueve, como los ciegos, orientándose a medida que tropieza con algún obstáculo que le impide avanzar en alguna dirección. Más allá, crece la incertidumbre que tal vez se vaya despejando a medida que fracase.
  15. Dando tumbos avanza, si eso que hace con tal desparpajo puede considerarse avanzar, porque a cada rato se descubre (después de haber realizado tanto esfuerzo) que está transitando por el mismo sitio. ¿Deberá detenerse para evitar un desgaste que a la larga habrá de derrotarlo?
  16. No logra evitar la demostración de su torpeza. En el mejor de los casos, puede ocurrir que equivocándose aprenda, pero mucho antes de eso suele ocurrir que se desaliente y abandone cualquier proyecto. El temor al fracaso lo conduce a darse por incapaz ante cualquier indicio de no ser la maravilla que suponía.
  17. Cuando logra el éxito que no esperaba (ni tampoco merecía) la felicidad que lo invade le impide analizar qué pasó. No hay lección que pueda extraer de su desempeño. Tras la celebración que otros organizan, queda como antes de lo que le ocurrió: perdido en su evidente incapacidad para controlar su vida.
  18. Le informan que da lástima, porque se advierte de lejos que no sabe muy bien qué está haciendo aquí, ni hacia dónde va. Podría rebatirles que lo suyo corresponde a un plan que por su complejidad ellos no entienden, pero mentiría, y ellos no tardarán en advertirlo. Carece de un plan. Solo improvisa.
  19. Sabe muy bien qué zonas de sí mismo no investigaría nunca. ¿Para qué? Su memoria delata involuntarios olvidos que reescriben la totalidad de su vida como lo que no fue ni debió ser: un deambular a ciegas, orientado siempre por el egoísmo, que lo condujo adonde está, muy satisfecho de sus decisiones.
  20. Se promete no intentar nunca el balance de su vida. No es porque haya fracasado, como resulta inevitable. No toleraría reconocer las traiciones y estafas que jalonan su bienestar actual, que le dificultarían permanecer tan tranquilo como sin embargo está.

Contradicciones atascadas

23 septiembre 2023

La tolerancia es un crimen, cuando lo que se tolera es la maldad. (Thomas Mann)

  1. El pasado le pesa, el futuro le aterra. Cuando sistematiza su incomodidad actual, advierte que si no espera milagros, debe reaccionar para no quedar atascado en algo que no le promete ninguna salida y solo refuerza su sensación de incapacidad.
  2. Hay irresponsables entusiasmos de un día ya lejano, que pudo no haber examinado con la necesaria objetividad entonces, porque en medio de la euforia del momento, muchos en su misma condición tampoco lo hacían y se han vuelto responsabilidades inocultables y acusadoras hoy, que debe enfrentar solo y sin atenuantes las consecuencias de sus actos. ¿Cómo burlarse de ellas? ¿Cómo disimularlas?
  3. Ha decidido no ser la última víctima de sus propias convicciones, por arraigadas que se encuentren. Quiere detenerse mucho antes de que sea tarde para retroceder y disculparse. Por eso se mantiene alerta, desconfiando de lo que más cree, de aquello por lo que, sin pensarlo, sería capaz de matar a quien se le oponga. Límites hay, que no cuesta detectar y deben detenerlo mucho antes.
  4. Hay un cúmulo de evidencias que algunos se niegan a aceptar, pero ahí están, ahí se quedan. Ahí les imponen su presencia descarada, aunque traten de ignorarlas. Ellas acusan hoy a quienes disfrutaron ayer de impunidad inaceptable. ¿Acaso desaparecerán porque se les dé la espalda?
  5. Carga día tras día con una culpa que no reconocerá, pero todos le atribuyen. Tiene que soportar un peso del que no ve la manera de librarse. Debe considerarse afortunado, solo porque la condena demora en ejecutarse, pero la condena es hacerle esperar día tras día en la convicción de que habrá de ejecutarse.
  6. Hay atrocidades (ajenas, pero también propias) que uno se niega a imaginar.  ¿Cómo negar que a pesar de haber ocurrido hace tanto tiempo que nos hayamos acostumbrado a vivir con ellas sin pensarlas voluntariamente, sin aceptarlas nunca, sean tan reales y continúen siendo actuales?
  7. ¿Qué hará con su vida en lo que le reste de ella? Busca opciones en las que no haya pensado antes, capaces de resolver de manera aceptable su futuro, pero la memoria de sus errores y descuidos lo atormenta. No puede ignorar su directa responsabilidad en actos que ayer lo beneficiaron y hoy todos condenan.
  8. Hay responsabilidades con las cuales se carga mientras uno esté con vida y no logran ser olvidadas porque uno se dedique a justificarlas o muera. La mancha que dejan, según puede comprobarse, tarda en resolverse y no se desvanece con el tiempo. ¿Cómo librarse de ellas?
  9. A veces, en sueños recurrentes, revive los actos que vivió y lo atormentan, para inventar salidas menos penosas para todos los involucrados. ¿Qué hubiera podido hacer, de no haber hecho, lo que sin embargo hizo? No avanza demasiado en esa dirección. Hizo lo que hizo, y desde entonces carga con la memoria de su estupidez.
  10. Hizo lo que alguna vez debió hacerse, se disculpa cuando lo apremian. Cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo. Ha obedecido órdenes. Eso, que debiera disculparlo, no lo alivia demasiado, porque es él y nadie más quien lo hizo y ahora lo señalan a él como único responsable, que hizo lo que pudo evitarse y él no fue un héroe capaz de evitar.
  11. Puede anestesiarse al punto de no pensar más en aquellos conflictos que no ha resuelto. Claro, el problema sigue estando allí, tan cerca que ni siquiera hace falta mencionarlo (ni resulta posible quitárselo de encima). Se acostumbró a su vecindad, lo considera suyo a pesar suyo. Tal vez la muerte lo alivie de su presencia, pero hasta de la muerte duda que le brinde un alivio.
  12. Lo indecible tiene más peso del que pueden imaginar aquellos que en algún momento sienten la urgencia de hablar y no se descubren en condiciones de decirlo todo. Hay una densidad en el horror de algunas experiencias que no permite a las palabras salir a flote. Quien las calla, no sabe, no alcanza, no tiene cómo hablar.
  13. Sentirse abandonado de un don que consideró tan propio como la palabra, es una orfandad muy cruel. Todo lo que no logra ser dicho se acumula, se corrompe, se envenena en el interior de quien pudo entregarlo al mundo y sin embargo traicionó su misión, que tal vez nadie sospechaba. ¡Cuánta frustración en su neutralidad!
  14. Hay muros alzados laboriosamente en el interior de cada uno, con el objeto de aislar lo que rechaza de sí mismo. Durante años consigue que la barrera se mantenga en pie, pero no puede confiar que a pesar del éxito del pasado todo siga igual. ¿Cómo continuar a salvo de horribles evidencias que se acumulan y prometen destruirlo?
  15. Pretende mostrarse despreocupado en medio de contradicciones que otros más prudentes se cuidan de exhibir. Hay momentos en que los errores de cálculo le quitan toda credibilidad y ninguno de sus esfuerzos logrará devolvérsela. ¿Qué hacer? Soportar con una sonrisa esta derrota.
  16. Hay declaraciones de inocencias, negaciones pertinaces de la realidad, que finalmente derriban la credibilidad de quien las esgrime. ¿Cómo permanecer indemne al socavamiento constante de aquello que después de todo y a pesar de tantas argumentaciones falaces alguien es?

Contradicciones por resolver

22 septiembre 2023

Si sufres injusticias consuélate, porque la verdadera desgracia es cometerlas. (Pitágoras)

  1. Se contradice, supera de algún modo sus limitaciones previas, aunque no sea de una vez por todas… luego existe.
  2. Ha logrado convencerse de que en su vida todo está bien; que a pesar de la incertidumbre actual todo saldrá bien y quienes podrían juzgar su actuación lo aceptarán sin cuestionar los detalles, a pesar de que para conseguirlo tenga que inventar un pasado inverosímil, que se desmorona cuando cualquiera lo analiza.
  3. ¿Piensa? No está seguro de hacerlo, pero le consta que da vueltas y más vueltas en torno a las mismas ideas, nunca demasiadas, por lo general amenazantes, que de acuerdo con las evidencias no controla. No puede afirmar que ese deambular inútil sea pensar, Por lo tanto, no afirmará que al abandonarse a eso demuestra que existe.
  4. Fue todopoderoso alguna vez, se lo concedieron sin pedirlo, fue incapaz de rechazarlo y sin duda, mientras duró lo disfrutó. Ahora le informan (para su decepción y espanto) que debe responsabilizarse de sus actos de esa época. No esperaba tanto, ni entonces ni ahora.
  5. No sabe cómo lidiar con atributos tan opuestos como el poder que disfrutó y la responsabilidad que le reclaman. Si habla, se condena. Si calla, estimula el acoso al que está sometido. Por lo tanto, pretende hallar algún resquicio ahora (y escapar). Antes no lo intentó siquiera.
  6. Hay recuerdos atroces que razonablemente sería mejor para todos cancelar. Por un difícil acuerdo, todos se han comprometido a no mencionarlos siquiera. ¿Cómo impedir que a pesar de haberlos postergado tantas veces, los recuerdos asedien y derroten a quienes pretendían mantenerlos a raya? La negación no alcanza. Ellos reclaman un territorio marcado por el espanto que les pertenece.
  7. Desaprovecha sistemáticamente los recursos que pudo haber utilizado para disminuir conflictos. Alza la voz, miente sin pudor, encara al adversario para exasperarlo. Consigue a veces que caiga en la trampa y lo ayude (muy a pesar suyo) a destacarlo como interlocutor válido, a quien necesariamente hay que tomar en cuenta.
  8. Quiere hacerse notar por quienes deberían convertirse en sus seguidores, aquellos que se pondrían de su lado durante un eventual enfrentamiento. Si lo consigue, es al precio de volverse inaceptable para la mayoría, cuando lo peor que esperaba era pasar desapercibido.
  9. Ha descubierto la manera de colgarse de sus adversarios, cuanto más notables, mejor. Es un parásito que vive de consumir la sangre ajena. Selecciona a sus enemigos, no por las ideas que sostienen, y a las que sistemáticamente se opone, sino con el cuidado de quien se alimentará de ellos.
  10. Cuando analiza a sus posibles víctimas, no solo deben tener algo que las revele como vulnerables, sino también fortalezas que les aseguren multitud de seguidores. Por el número y entusiasmo de sus seguidores, se vuelven atractivas para ser derribadas.
  11. Aprovechando el cómodo anonimato que brindan las RRSS, no le cuesta demasiado a cualquier usuario revelarse tan infame como rara vez aceptaría mostrarse en público, en la confianza de enlodar y quedar impune. Confía que el constante amontonamiento de infamias se encargue de enterrar todo.
  12. Librarse de responsabilidades cuesta, descubre quien incurre en infamias y luego ve (demasiado tarde) que no puede volver atrás, para argumentar inocencia o desdecirse. Hay testigos de los que no puede librarse. Tendrá que eliminarlos o pedir perdón y esperar que se lo concedan.
  13. “Borrón y cuenta nueva” era la consigna que llegó desde lo más alto, y aunque solo fuera por eso había que tomarla en cuenta. Sí, uno se equivoca, y si tiene algún poder comienza de nuevo, como si nada hubiera pasado, sin importar el precio que deban pagar los otros durante el proceso, porque uno ha dispuesto no pagar ninguno.
  14. Hay humillaciones que nos cuesta recordar y tal vez por eso no se mencionan casi nunca en público, pero siguen vivas, tan frescas y dolorosas como el primer día. ¿Cómo pretender que, mediante una decisión unilateral, precisamente de quienes las infligieron, sea posible olvidarlas?
  15. Sabotea los acuerdos posibles que le brindan sus adversarios, porque pueden ser entendidos como signos de debilidad que no está dispuesto a dar, porque preceden al arrepentimiento y la autodestrucción que no acepta. Debe derrotarlos o morir. No hay negociación posible en su horizonte.
  16. Le preocupa manifestarse como alguien fuerte, de principios intransables. Se define sin pudor como el último prisionero de su pasado, incapaz de controlar su destino, que lo conduce a la inevitable repetición de su derrota.

Diálogos de RRSS

19 agosto 2023

Todo ya se ha dicho alguna vez; pero como nadie escucha, hay que decirlo de nuevo. (André Gide)

  1. Cuando alguien tiene algo que decir, no habrá censura, ni amenazas, ni torpeza personal que lo detenga. Siente la necesidad física de comunicarlo. Debe atender esa urgente demanda interna. Lo hará a pesar de las consecuencias adversas que deba superar, lo hará aunque no tenga la menor idea de cómo hacerlo. Solo no tener nada que decir impedirá que lo intente.
  2. Basta con organizar una frase o dos. Con frecuencia menos, sin puntuación ni ortografía. Un emoji alcanza. Una foto también. Nada más opuesto al tradicional temor de la página en blanco de quienes debían expresarse por escrito, que la excitación fugaz, inarticulada, de enviar un whatsapp.
  3. Hay usuarios que hallan en las RRSS herramientas formidables de comunicación, reconocen su poder y sin embargo no atinan a emplearlas. Algo hay que los detiene. Quienes se las entregaron, es probable que tampoco lo supieran. Solo trataban de vender herramientas.
  4. Imponer a las RRSS el agitado ritmo de la moda, que exige cambios frecuentes para convencer a su audiencia que solo así resultará atractiva, es una idea de comercialización que dinamiza el mercado, útil para los productores y vendedores de tecnología, inútil para muchos usuarios.
  5. Es improbable que a cierta altura de la vida, uno descubra proyectos suministrados por la tecnología. En el fondo, uno sigue dando vueltas alrededor del mismo nudo de conflictos que arrastra desde que llegó al mundo, y emplea la tecnología nueva para desentrañarlo, en el mejor de los casos sin conseguirlo.
  6. Lo intenté de un modo en el pasado, lo intento de otro modo en el presente, si tengo futuro probablemente lo intentaré de otra manera. He cambiado porque envejecí, he cambiado porque me equivoqué y algo aprendí, he cambiado porque la presencia de la muerte se vuelve cada vez más cercana.
  7. Hay que aprender a utilizar un repertorio de palabras y gestos, de tiempos y distancias para comunicarse con otros seres humanos. Esto es anterior a las RRSS, que no van a derogar esos fundamentos por una tecnología más seductora y frágil. Mientras no se domine lo básico, todo el resto se vuelve palos de ciego.
  8. No cuesta poco organizar un mensaje bien articulado, como sabe cualquier usuario de las RRSS. Aquellos que lo intentan con frecuencia, adquieren al hacerlo hábitos que los ayudan y pierden el miedo a fracasar. ¿Por qué fallarían? Todo es cosa de corregir y corregir, hasta conseguir una fluidez que resulta inhabitual en la primera escritura.
  9. No le interesan demasiado la mayor parte de los interlocutores que pone a su disposición las RRSS. Por más que piensa, no tiene nada que decirles y tampoco espera nada de muchos de ellos. No los necesita. Más bien lo estorban. Se sentía mejor tal como estaba, antes de que llegaran las RRSS: aislado y por lo tanto protegido de la diversidad alarmante que le ofrecen.
  10. Tanto si lo busca, como si no entra en sus planes, las RRSS le ofrecen la alternativa de reiniciar el diálogo con quienes fue distanciándose a lo largo de su vida. Son muchos los que regresan, convocados por la tecnología ignorante de los motivos (justificados o no) de reunión o separación de la gente.
  11. Diariamente recibe de las RRSS decenas mensajes intemporales o provenientes del pasado: textos de salutación, solicitudes de amistad, viejas fotos anodinas y ningún dato directo que contextualice. Esa falta de información algo le informa: la voluntad de no mencionar la actualidad del remitente, una censura tan amable como decidida.
  12. ¿Por qué habría de estar todo el mundo dispuesto a exhibirse demasiado en las RRSS? Hay razones de pudor o seguridad que lo desaconsejan. ¿Por qué el conocimiento de una persona debería indicar que no tiene objeciones para dialogar con todos aquellos que lo conocen? El descriterio de la tecnología pone en crisis al medio. En lugar de ayudar a la comunicación, la estorba.
  13. Diariamente cancela nombres de personas conocidas o desconocidas con quienes podría relacionarse, porque las RRSS las propone, y entonces reacciona sin pensarlo demasiado. Sin pensarlo dos veces, algunas son aceptadas, otras rechazadas. Los dos botones se encuentran tan cerca, que su dedo puede deslizarse y la decisión resulta irreversible.
  14. Dejaron de verse hasta que el azar de las RRSS volvió a conectarlos, muchos años más tarde. ¿Quiénes prometían ser cuando se separaron? ¿Quiénes son ahora? ¿Deben exigirse mutuamente que sean lo que prometieron? ¿Deben disculparse por no haber cumplido sus promesas? No lo sabe.
  15. ¿Qué referir de sí mismo a conocidos que no ve desde hace años y desconocen su vida actual? Eso requiere dedicación, mucho espacio, gran poder de síntesis y estar seguro de merecer suficiente atención del interlocutor. ¿Cómo volver atractivo aquello que no lo es? ¿Cómo evitar confesiones incómodas? De pronto, el contacto con viejas amistades gracias a las RRSS, lo sume en preguntas que deprimen. Debería callarse.
  16. No tener nada que decir en las RRSS no es un drama para nadie, si no se espera que uno deba decir algo. Pero incluso en tal caso, con ser breve o utilizar un emoji se resuelve el compromiso. No es mucho, pero se sale del paso. Ahora bien, lo más probable es que al callar uno tenga algo que decir, pero no se atreve a decirlo por temor a las consecuencias. Ahí queda empantanado.
  17. ¿Qué decir en las RRSS, cuando uno imagina que a continuación le caerán encima todos aquellos que por un motivo u otro se sintieran aludidos u ofendidos por sus palabras? No se trata solo de cuidar lo que uno dice, sino de calcular las innumerables alternativas de interpretación, sutiles o delirantes, necesarias o malintencionadas, capaces de invitarlo a callar.
  18. Participa en las RRSS porque todos aquellos que conoce lo hacen. Trata de no quedar fuera del círculo de sus amigos y competidores, pero las ve como una simple pérdida de tiempo, entretenidas en el mejor de los casos, demasiado inseguras, incontrolables, comprometedoras. Tomando en cuenta eso, preferiría evitarlas.
  19. Si antes lo atribuyó a una concertada marginación de la cual podía creerse víctima inocente, ahora no encuentra excusas. Al disponer de tantas maravillosas herramientas ideadas para comunicarse, descubre no tener nada que decir, no solo ahora, sino probablemente desde siempre. ¿Qué hará con la conciencia de eso?
  20. Desconcierto: le han entregado un refinado instrumento tecnológico que no le sirve de mucho. Se sentiría más cómodo si no tuviera que usarlo, pero ante la obligación de ocuparlo, para no dejar en evidencia su incapacidad para adaptarse al mundo acontemporáneo, retwittea profusamente, saluda, felicita, logra establecer un elemental contacto y eso es todo.

Monólogos del odio(I)

7 agosto 2023

A la larga, odiamos lo que habitualmente tememos. (William Shakespeare)

Cuando nuestro odio es violento, nos hunde incluso por debajo de aquellos a quienes odiamos. (Francois de la Rochefoucauld)

  1. Lo rodean los indiferentes y los temerosos. Mira alrededor y solo ve cobardías que no tienen nada que decir o prefieren callar cualquier dato personal para no atraerse problemas. En ese contexto pacificado por la carencia de riesgo, surge el discurso del odio, simple, vistoso, imposible de ignorar. Es su momento de llamar la atención y no puede permitirse desaprovecharlo.
  2. Uno de los mayores peligros del odio, es que resulte demasiado entretenido para los observadores desatentos o aburridos, que no dudarán en azuzarlo y sumarse a su desenfreno, porque no tienen otra cosa que hacer y lo evalúan como si asistieran a una película de efectos especiales.
  3. El odio que tanto espacio ocupa en los medios puede ser visto como un espectáculo, es verdad; gran parte de su discurso es puro teatro, pero incluye también una excitante promesa de abuso real para quienes por simple inercia lo imiten, que no puede ser desestimada.
  4. Hay amores que solo parecen consecuencias del odio. Se ama a los animales, porque se detesta a quienes se ve como sus enemigos y explotadores, los seres humanos. Se ama el caos, porque se detesta una sociedad que no se sabe cómo liquidar. La base que brinda el odio es demasiado endeble para sostener el amor.
  5. Mientras no decidió a quien odiar, comprueba, tampoco tuvo mucho que decir y no estuvo seguro de ser alguien. Ama su actual desasosiego, porque le suministra el impulso que antes le faltaba para reclamar y conseguir que otros en parecida situación le presten atención.
  6. Desde la experiencia de una molestia vivida y expresada, adquiere una resolución que no sospechaba, una elocuencia para manifestar el odio que lo asombra y le revela seguidores que admiran su arrojo. De pronto, gracias al discurso del odio, la soledad previa desaparece.
  7. Algo se quiebra (el temor a exhibirse) y para su sorpresa, lo que surge tan fácil y espontáneo de su garganta es puro odio. Sabe que cuando habla se expone a la crítica o la burla de quienes oyen, pero al hacerlo también libera cierta energía que no sospechaba de sí mismo, que otros no se atreven a utilizar, y al parecer nadie lo detiene. ¿Por qué callarse entonces? ¿Por qué privarse de una deliciosa libertad que acaba de descubrir?
  8. Halla su propia voz cuando sin pensarlo mucho encuentra a quien odiar. Tendría que mantenerse callado si estuviera satisfecho, porque el aplauso agota y el acuerdo adormece. Descubre que el odio, en cambio, lo despierta, lo impulsa a la acción. Cuando averigua que odia algo o alguien, le consta que existe.
  9. No es difícil agradar a casi todo el mundo. Solo tiene que renunciar a lo que más aprecia uno de sí mismo, y a pesar del esfuerzo que le cuesta la simulación, pasar desapercibido. ¿Continuará disfrutando su engañosa inexistencia? Pronto comprueba que puede odiar no importa a quien, porque todo no pasa de ser un juego y eso lo distingue de la mayoría.
  10. No se detiene a investigar por qué odia esto o aquello. Nadie se lo exige, tampoco lo cree necesario. Su odio es algo parecido a una pasión sagrada que lo exime de analizar sus propias motivaciones. De algún modo, es como si se volviera invulnerable a cualquier cuestionamiento. Se ha vuelto sordo y ciego a todo lo que no sea su ombligo.
  11. Si agrede con suficiente pasión, comprueba, nadie se atreverá a pedirle justificar su actitud. Será odiado o imitado simplemente. No lo detendrán. Solo si duda, si se disculpa, si toma precauciones, si da explicaciones, si demuestra alguna conciencia moral, estará perdido. Sus adversarios solo esperan eso para destrozarlo.
  12. Necesita con urgencia comunicar al mundo su intolerable disgusto, tal como necesita alimentarse o descansar, pero al intentarlo descubre que no sabe muy bien qué plantear. Después de buscar en su mente, solo encuentra insatisfacciones que justifican su actividad actual. Todo se organiza a partir de saberse en contra de algo.
  13. No puede concederle ninguna fisura al odio que construyó. Lo respalda, lo acepta en bloque, lo actualiza o se humilla reconociendo que estuvo errado. La alternativa de retroceder no existe.
  14. La rutina puede ser tan opresiva, que la opción del odio llega como alivio. Tal vez no deje buenos recuerdos, tal vez lo avergüence en retrospectiva, pero mientras dura el entusiasmo, lo previsible queda suspendido y quien odia tiene la impresión de haber hallado algo auténtico, que vale la pena probar.
  15. Cuando odian, salen de sí, las limitaciones habituales desaparecen, se vuelven capaces de indignidades que sin ese estímulo evitarían. Todo es posible de pronto, comenzando por aquello que hasta poco antes se condenaba, y es difícil olvidar esa libertad cuando se la ha experimentado. Se revela adictiva.
  16. Algo le duele, algo le molesta y en lugar de quejarse u organizarse con otros para cambiar una situación objetivamente incómoda, a veces injusta, personal o colectiva, odia. Es una declaración que lo embriaga y no conduce a nada, fuera de la satisfacción de revelarse insatisfecho.
  17. Revelando lo peor de cada uno, el odio une a la gente, más que otras pasiones. Hay odios compartidos, que hermanan a una multitud de solitarios, que de otro modo no tendría otra forma de manifestar su agresividad. No es casual que se hayan unido, porque todos aman odiar. Disfrutan entregarse al odio colectivo que los consuela de su mezquindad.
  18. Saben que siempre hallarán alguna víctima para su odio, porque la identidad de las víctimas es lo que menos importa. Pueden inventarla incluso entre aquellos que hasta hace apenas un rato eran sus más firmes aliados, porque necesitan odiar, tal como otros necesitan el entrenamiento físico, para quemar energías y estar en forma.
  19. La embriaguez del odio es adictiva. Nada la aplaca. Más se odia, mayor la necesidad de concederle más espacio para expandirse, aunque sea al precio de perjudicar a quien lo manifiesta. No cuesta mucho convertirse en vocero del odio, que destruye todo lo que toca. Más bien hay que cuidarse de no haber derivado (sin quererlo) a esa posición.
  20. La verdad no les importa demasiado cuando odian. El daño que puedan causar hasta darse por satisfechos, tampoco. Por eso buscan la desinformación que confirma sus impulsos iniciales, con la avidez del sediento que busca agua. Quieren ser lo que son, aunque el mundo los ignore o los desprecie.

Fascismo progre

11 abril 2023

El término “fascismo” se adapta a todo, porque uno puede eliminar una característica o más de un régimen fascista y de todos modos puede ser reconocido como fascista. Quiten el imperialismo del fascismo, y obtendrán a Franco y Salazar. Quítenle el colonialismo y todavía tendrán el fascismo balcánico. Agreguen al fascismo italiano un anti-capitalismo radical (…) y tendrán a Ezra Pound. (Umberto Eco: Ur-Fascismo)

El fascismo es una mentira contada por matones. (Ernest Hemingway)

  1. De un día para el otro descubre que se le brindan grandes oportunidades de ser juez y al mismo tiempo verdugo. Con esta convicción, su vida se vuelve tan satisfactoria, que no se detiene a pensar cómo llegó a disfrutar el primer (injustificado) privilegio, que condujo al (inaceptable, por criminal) segundo privilegio y tan solo aprovecha para disfrutar ambos.
  2. El fascista necesita creer en algo (en alguien) que no acepta cuestionamientos. Necesita aferrarse a promesas que no van a cumplirse y conceder un poder indiscutible a proyectos que no tienen futuro. Necesita engañarse y fracasar como castigo a sus expectativas. No le cuesta conseguirlo.
  3. ¿Cómo volver atrás, después de haber suprimido los límites del respeto que establecimos entre todos? ¿Cómo cuestionarse uno mismo, después de haber probado la adrenalina del crimen que se descubre impune? Hay un camino sin regreso que se abre, tentador, cuando las barreras del acuerdo colectivo se derriban.
  4. ¿Cómo justificar hoy lo que objetivamente es (y será mañana) injustificable? Mintiendo y mostrándose invulnerable a cualquier cuestionamiento ajeno. Poniéndose por encima de quienes enfrenta. Sin duda, no es una respuesta satisfactoria, pero por más que busque, no ve otra.
  5. Caen en la trampa. Se consideran progresistas, cuando no van más allá del narcisismo redentorista. Quieren estar a la moda, que hoy se anuncia salvadora de la humanidad sufriente, como ayer mataba para mantener el orden existente. Cometen abusos por los que esperan ser premiados algún día.
  6. Tienen una historia que ostentan. Fueron perseguidos, antes de perseguir. Los victimizaron, antes de cosechar sus propias víctimas. Pedían justicia, antes de disfrutar los privilegios del poder que no van a ceder hasta que los derroten, o ni siquiera entonces. No dejan alternativas.
  7. Infectan lo que tocan. Tanto a sus amigos como a sus enemigos. Al llegar, cambian las reglas del juego, para no respetar ninguna. Sus proyectos son insostenibles. Donde pasan, dejan un rastro difícil de borrar. En este sentido, son los vencedores, pero si esperan ser eternos, en eso fracasan.
  8. La eternidad de los fascistas es el proyecto al que dedican sus vidas, aquel que a pesar de sus esfuerzos está condenado al fracaso. Van a morir, como cualquiera. En su caso, la humillación que todos sufren con resignación o alivio, será la más penosa. Vivieron por un error. La realidad les duele.
  9. Atribuyéndose la representación de quienes hasta no hace mucho carecían de espacio para hacerse oír, nuevos liderazgos reiteran parecidos abusos del pasado. Cuando se revive la misma caza de brujas con otras caras, ¿por qué aceptar que algo distinto se impuso? ¿Acaso el daño sufrido justifica la venganza?
  10. Los demagogos florecen en épocas de grandes demandas. Ellos no van a satisfacerlas, a pesar de sus promesas, porque saben que eso es imposible y ni siquiera están dispuestos a intentarlo. Mientras tanto, gozan del poder ilimitado que les otorgan aquellos que van a ser defraudados.
  11. Los demagogos encuentran respaldo en el presente, donde se arrogan la representación de quienes prefieren callar, pero también en el pasado, donde quedaron tantas expectativas insatisfechas, y no duda en hallarlo en el futuro luminoso, que llegaría a convertirse en realidad solo si ellos lo controlaran.
  12. La idea de que alguien (no importa quién) debe estar conmigo o en mi contra, tiene la ventaja de simplificar las bastante más complejas opciones de la realidad, que tanto desorientan a los perezosos.  Hasta sin pensar, uno acierta más de la mitad de las veces.
  13. ¿Para qué tomarme el trabajo de investigar qué sucede alrededor y sin embargo no sospecho, cuando es tan fácil dejarme llevar por la reiteración de un eslogan ajeno, que no me ha costado memorizar, que me relaciona con otros que tampoco piensan y puede guiarnos a un punto de no retorno?
  14. Comenzó por ver el mundo como una competencia entre buenos y malos, justos e injustos, dignos de ser aceptados sin pensar y dignos de ser eliminados sin la menor pena. La escalada mental no pudo resultar más cómoda. Sin renunciar a ninguna de sus honestas convicciones iniciales, se ha graduado de fascista.
  15. El fascista está convencido de crear o negar la realidad con sus palabras. Ha logrado que otros lo sigan. Ahora puede inventar o destruir lo que le convenga, sin que se le opongan. ¿Cómo detenerlo? Adquirió un poder que lo consumirá, pero antes de desaparecer causará enormes daños.
  16. Se dedica con fervor a dejarse llevar por la opinión dominante. Cualquiera que decida controlarlo, no encontrará ninguna resistencia de su parte, siempre y cuando le impidan detenerse a pensar dos veces qué está haciendo. Espera que lo guíen, aunque sea al matadero.
  17. El miedo es el núcleo central de su existencia. Responsabilizarse de sí mismo lo aterra. Necesita extraviarse, como otros necesitan hallar un sentido a sus vidas. Su aspiración es que lo obliguen a disolverse en el anonimato, para ser invulnerable.
  18. Uno de los mayores peligros del fascismo es que cambia de cara con tal rapidez, que de un momento para el otro puede haber adoptado la nuestra y no nos dimos cuenta, seguimos actuando como si todavía fuéramos la buena gente que reconocíamos cada mañana en el espejo. ¿Seremos los últimos en despertar?
  19. Se deja controlar por sus emociones agresivas, como si la irresponsabilidad fuera un mérito, cuando no hay nada más humano que controlarse. Basándose en emociones que a pesar de su intensidad fueron fugaces, adoptó decisiones de las que a partir de ahora deberá arrepentirse.
  20. Aquellos que sufrieron demasiado, suelen creerse libres de la obligación de considerar el dolor ajeno. ¿Qué mejor excusa para su crueldad, que haber sido víctimas antes? ¿Quién les pedirá cuenta de lo que hacen hoy, sin aparecer como cómplice de lo quien el hoy verdugo sufrió ayer?
  21. En la resaca del entusiasmo, tiene que afrontar las consecuencias de sus actos irreflexivos. No pudo resistir la tentación de cometerlos, aunque solo fuera porque estaba acompañado y otros lo aplaudían. ¿Qué hizo? Ahora lo ve con excesiva claridad. Entonces huye o continúa perdiéndose.
  22. Retractarse no entra en su repertorio del fascista. ¿Cómo sobrevivir a la humillación de ver derrumbada la imagen tramposa que tantas satisfacciones le depara? Quedaría en soledad, sin aplausos. Antes prefiere morir. Sufrir el escarnio después de no estar en este mundo, no le mueve un pelo.

El héroe Ur-Fascista anhela una muerte heroica, presentada como la mejor recompensa para una vida heroica. El héroe Ur-Fascista está impaciente por morir. En su impaciencia, con mayor frecuencia manda a la muerte a los demás. (Umberto Eco: El Ur-Fascismo)

Cree en aquellos que buscan la verdad y duda de aquellos que la han encontrado. (André Gide)


Fascismo cavernario

10 diciembre 2022

Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura al fascismo. (Albert Camus)

  1. Si no maltrata, se siente maltratado(a) en un futuro que solo existe en su imaginación, para justificar el maltrato que actualmente practica y es lo único que existe. Su indignidad habitual no tiene disculpas, futuras o pasadas. Es lo que es ahora y continuará siéndolo, sin importar hasta cuándo le permitan serlo.
  2. Una de las muchas invenciones odiosas del fascismo era obligar a sus opositores a tragar una enorme dosis de aceite de ricino, para hacerles perder el control de sus esfínteres. Nada mortal, sin duda, pero de todos modos humillante y capaz de doblegar el respeto que cada uno siente por sí mismo.
  3. Visto en perspectiva, inventar el fascismo era poco menos que inevitable. Fue como si la inestable modernidad del siglo XX estuviera esperándolo para satisfacer su sed de verdades absolutas, precisamente cuando costaba creer en nada. ¿Por qué imaginamos que derrotarlo nos libraría definitivamente de una demanda todavía tan arraigada en el siglo XXI?
  4. Después de un siglo de existencia, cuando su derrota se celebró con bombos y platillos, el fascismo adopta mil disfraces seductores, vuelve renovado y destruirlo parece imposible, porque renace donde menos se lo espera, entre quienes hasta no hace mucho lo adversaban.
  5. Basta un par de hábiles cambios cosméticos y el new look del fascismo se encuentra disponible para seducir a nuevos incautos, que lo consideran superado o no tienen una mínima idea de su prontuario y creen haber descubierto su propia voz, cuando solo hacen playback del pasado.
  6. Los fascistas de hoy acusan de fascistas a sus enemigos circunstanciales, no para reconocer que comparten las mismas convicciones, sino para desvincularse ellos de una evidencia que resulta difícil de tolerar. Si algo asombra no es el disfraz, sino la aceptación suicida de sus seguidores.
  7. El fascismo clásico era a su modo nostálgico. Pretendía conectarse con el pasado heroico, para justificar un presente que no llegaba estar a la altura de sus promesas. El fascismo fashion da la espalda a todo lo que no sea flamante, para distraer de la penosa (por inevitable) repetición del pasado.
  8. Hay que reconocerle al fascismo su dedicación a la puesta en escena. Aunque en la práctica revele sus limitaciones para transformar la realidad, en el arte de inventar seductoras apariencias demuestra una maestría insuperable. Mientan, planteaba Goebbels, y ellos lo hacen convenciendo a quienes han sometido, y aunque resulte inverosímil, convencidos de sus mentiras ellos mismos.
  9. Desde el momento en que la opinión pública se deja seducir con tal impunidad y la verdad tarda tanto en revelarse, hablar en nombre de la mayoría se convierte en un abuso rentable, que oculta los intereses mezquinos. Tarde o temprano (siempre demasiado tarde) tal abuso habrá de cobrarse.
  10. El fascista miente para otorgarse una representatividad multitudinaria que puede haber conseguido legalmente, desinformando a quienes lo apoyaron, pero que a continuación utilizó en su exclusivo beneficio. Miente mientras le permiten. Si no le concedieran audiencia, igual mentiría, causando risa o pena.
  11. Si hay algo sagrado para el fascista, no son los altos principios que exhibe para que otros se deslumbren, sino el resguardo de los privilegios que actualmente goza. Nada debe cambiar nunca, en el entendido que lo existente no beneficia a nadie más que a sí mismo.
  12. ¿La multitud que valida el discurso fascista, solo puede ser vista como su víctima? Cuesta ignorar que al aceptarlo se volvió su cómplice y sin duda saca más de una ventaja mezquina del sometimiento. Esperaban compartir un proyecto condenable y convertirse en sus víctimas no los disculpa.
  13. Sectario, el fascismo no duda en abrirse a todos, no para entender ni representar la diversidad, sino para anularla con un discurso que se anuncia unánime, superador de las diferencias que existen, después de lo cual solo habría sitio para el aplauso. Entonces, la secta que conduce abarcará todo.
  14. Defendían las tradiciones, la familia patriarcal y la propiedad privada. Hoy se modernizan, porque no se puede ir muy lejos con banderas tan maltrechas. Ahora son modernos, open mind y antiautoritarios, pero llamándose libertarios, dejan intacta la vieja impaciencia por dejarse de rodeos y tomar justicia con sus propias manos.
  15. Hay algo seductor en el fascismo: la promesa de volver a la ley de la selva, para imponer la voluntad de quien está por encima de los acuerdos previos y aplasta a los imbéciles que todavía creen en su vigencia, despojándose de límites y ostentando con orgullo la desnudez de los crueles.
  16. En la convicción de que nada debe cambiar, para que todo siga como siempre fue para algunos pocos, los progres se apoyan en Balzac o Lampedusa, quizás sin haberlos leído: todo debe aparentar cambios, para que otros (ahora ellos) disfruten la oportunidad de continuar haciendo lo mismo.
  17. Quítate tú, pa´ponerme yo: es el estribillo de la salsa de Johnny Pacheco y debería ser hoy el himno de los progres en su cruzada por el poder. No es más de lo mismo, sino lo mismo para otros, ellos, que (deslumbrados por la oportunidad caída del cielo) todavía no se advierten como los directos continuadores de quienes desplazaron.
  18. Quítote ya, pa´ponerme yo. No estoy buscando justicia, sino el amable acomodo, que tantas oportunidades ofrece. El viejo orden corrupto, que prometí arrancar de cuajo, puede aceptarme sin conflictos, tal como aceptó en su tiempo a quienes he desplazado. En mi caso, debe considerarse como reparación histórica.
  19. Actualizarse es el mandato. No es cosa de mantener el viejo look delator de las mismas actitudes fundamentalistas que el tiempo y la experiencia fueron derribando. Hay que diseñar otro envase, que desconcierte al consumidor y le haga creer que algo cambió, cuando en el fondo nada cambia.
  20. ¿Qué demanda hoy el mercado? Lo han averiguado y eso precisamente ofrecen. Cuando solo había demandas de voces aisladas, la oferta eran promesas de que en el futuro reinaría la Justicia y nadie tendría que demandar nada. Ahora que el alboroto de demandas colectivas abruma, hacen malabares para ofrecer algo a cada quien para acallarlos. ¿Se contradicen? ¿Pierden credibilidad? Tal es su oficio.
  21. El fascismo apuesta a que la libertad molesta a la mayoría, porque cuesta ejercerla y resulta siempre más cómodo no pensar en eso que vigilarla. Renunciar a la libertad, en cambio, solo promete inmediatos (aunque tal vez no tan duraderos) beneficios. Ante una opción tan simple ¿cómo equivocarse?

La verdad es que los hombres están cansados de la libertad. (Benito Mussolini)


Vivir contigo / Vivir sin ti (III)

29 enero 2022
  1. Vivir contigo era necesario. Despertabas lo mejor de mí, áreas que no sospechaba que existieran (y en realidad no existían, hasta que nos encontramos y decidiste desarrollarlas). De no haberte hallado, hubiera tenido que inventarte. En parte lo hice. Me lo permitiste. Me lo reclamabas.
  2. En ausencia de su pareja, llena la casa de voces entusiastas de la radio y miradas estimulantes de la tele. No llega a experimentar la soledad, porque el teléfono llama y elabora proyectos destinados a otra gente.  Luego, están los recuerdos. Tiene que ponerles freno para que no terminen por desplazar a la realidad.
  3. El aroma de su cuerpo no está en la cama que compartieron y nada lo reemplaza. La presión de sus manos: todavía la siente cuando se concentra. Haber perdido su cuerpo no es olvidar. La memoria llena con desigual esfuerzo los huecos dejados por su ausencia. La memoria desconoce el vacío.
  4. Vivir sin ti ha sido necesario. Un día fue la hora de aceptar la verdad y de un momento para el otro dejé de resistirme. Ya no estabas, quienquiera fueses, la de mi fantasía o la real, la de tu fantasía o la real. Un laberinto de espejismos se desvaneció, dejándome ante una evidencia. Con la muerte no se discute.
  5. Ausencia poderosa. Presencias insuficientes. La huella de lo vivido impide que se abandone a la soledad amenazante, pero al mismo tiempo obliga a reconocer que no puede haber nada en lo actual que suscite demasiado apego. Cuando se concede el riesgo de pensar su situación, solo piensa en despedidas.
  6. Vivir contigo no terminaba con tu muerte, aunque terminará con la mía. Me seduce la idea de que los muertos no se van. Permanecen en la memoria, continúan siendo los destinatarios del monólogo de quienes los sobreviven. Acompañan y también entierran a quienes los conocieron.
  7. Vivir contigo era inevitable. Recibías a quien se te acercara porque necesitaba dialogar con alguien, por ejemplo tú. Estabas convencida, me dijiste, de no ser nunca tú misma, sino la cambiante proyección de las carencias de otros. Eso debió habernos reunido. Eso bastó para que te retuviera.
  8. Vivir contigo era posible casi siempre, no siempre, y sin embargo me aferré a las oportunidades de dar continuidad a nuestra relación, como si confiara que los obstáculos más irritantes (comenzando por los míos) se disolverían con el tiempo. Estaba equivocado, pero no había otra alternativa.
  9. He comprobado que vivir sin ti ha sido posible. Cuesta mucho o poco, de acuerdo a las situaciones que enfrento diariamente. Cada vez que me detengo a pensarlo me asombra, porque me creí destinado a morir contigo, aunque solo fuera para evitar esta constatación: no eras todo para mí, como yo tampoco fui todo para ti.
  10. Terrible fugacidad de los actos cotidianos de una vida en pareja. Pueden ser definitivos, sin haber dado el menor aviso para adecuarse al cambio que introducen en la relación. Una vez ocurridos, ¿cómo borrarlos de la memoria de testigos cercanos como incómodos?
  11. A lo largo de una prolongada vida en común, nos acostumbramos a negociar entre nosotros, sin confesarlo. No es que nos cobráramos el haber cedido en alguna oportunidad, para exigir a continuación que se nos compensara en la próxima, pero evitábamos quedar debiéndonos nada uno al otro, y cuando eso se daba, lo aconsejable era dejarlo en el olvido.
  12. Vivir con su pareja fue un privilegio sin duda inmerecido, que no pudo ignorar cuando lo disfrutó y a la vez un terreno minado, que los demás no sospechaban. Tenía que aprovecharlo y al mismo tiempo no debía descuidarse. Todo lo conseguido en la relación podía ganarse o perderse en cualquier momento.
  13. Vivir en pareja no era abandonarse a ninguna de las rutinas que a veces los sofocaban. Ellos lo sabían, aunque se cuidaran de denunciarlo. Quienes daban la relación por asegurada, ignoraban que debían reconstruirla día tras día, porque siempre estaba a punto de derrumbarse.
  14. Vivir contigo fue una serie de intentos de encuentros (también desencuentros) durante los cuales tengo la impresión de que nunca terminamos de ajustarnos, ni tampoco nos resignamos a separarnos. Nuestra relación estaba en riesgo constante y tal vez por eso se mantenía viva.
  15. No esperes tanto de mí, debes decirle a tu pareja. Si te ama, tendrá de ti una imagen que difícilmente se corresponda con la realidad. Puedes agradecerla, pero estás obligado a rechazarla, para evitar que tarde o temprano la decepción se instale, cuando la verdad se imponga.