Espejos retrovisores

13 enero 2019

René Magritte

No me miro para ver si estoy bien o mal, sino solamente para saber si soy. Si sigo ahí. No sea que haya otra persona metida dentro de mi piel. (Guillermo Cabrera Infante)

  1. Verse tal como uno es, no siempre resulta posible. Quizás yo sea ese, que me enfrenta (y me acusa) pero no dudo en apartar la vista de lo que acabo de descubrir. Hay más de un motivo para ignorarse total o parcialmente. ¿Acaso alguien disfruta o se resigna a la imagen que le devuelve el espejo?
  2. Uno busca la luz más favorable, intenta maquillar las imperfecciones, viste las ropas que ocultan sus defectos, adopta las actitudes que ensayó pacientemente, en atención a lo que otros esperan, con el objeto de controlar el pánico a ser visto tal como uno es.
  3. ¡Ah, si hubieras tomado la decisión que no tomaste, porque no te fue posible imaginarla, porque la consideraste inadecuada o porque no te atreviste! El fantasma de lo no sucedido te alcanza en un momento u otro. Si no lo rechazas, te hunde en un festín de reproches. Detenlo o vas a perderte.
  4. Me descubro diciéndome: “Inténtalo”. En ese momento no sé muy bien de qué seré capaz a continuación. Me asomo a las que deben ser mis posibilidades (también mis limitaciones) con la curiosidad de quien se encuentra fuera, sin expectativas ni penas, y no está en condiciones de apostar sobre lo que vendrá, porque lo ignora.
  5. Al envejecer se me ha vuelto un hábito hablar conmigo mismo, interrogarme para entender qué estoy haciendo, para alentarme a buscar una salida cuando desespero. Esa voz interna, que sin duda soy yo, tiene difíciles relaciones con este cuerpo cansado que también soy yo. Nunca terminan de ponerse de acuerdo. La voz continúa siendo joven. El cuerpo no está a su altura.
  6. Mientras avanzo, también contemplo lo que voy dejando atrás. No le dedico toda mi atención, compruebo, pero tampoco lo descuido, porque lo que se acerca desde allí no suele ser demasiado amable nunca y puede impedirme llegar más lejos.
  7. No siempre avanzas. También huyes y abandonas un territorio que hubieras podido retener, buscando las mejores excusas para justificar tu capacidad para evitar enfrentamientos que hubieras podido vencer (¿a qué precio?).
  8. No es que el pasado vuelva cuando menos se lo espera. Siempre estuvo allí, en el fondo de la cabeza, disponible aunque también desactualizado, y no es que uno caiga en su trampa: uno lo busca, lo reclama, lo despierta de su siesta, para que se cobre viejas deudas, cuando con mayor cautela hubiera podido dejarlas impagas.
  9. ¿Cuántas veces ha creído que avanzaba, a pesar de que estaba dando vueltas en redondo, como el perro que persigue su propia cola? No la alcanza, en el mejor de los casos, pero mientras tanto tiene un motivo para moverse. Cuando la alcanza, ¿de qué le sirve la lección? Nadie quiere confirmar que fue o al menos se comportó como un idiota.
  10. Probablemente no eres ni un malvado ni un superhéroe. La perspectiva del comic no es la más adecuada para administrar la vida de nadie. Reclama para ti una visión más compleja, la de alguien enredado en contradicciones que no siempre encaras cuando se debía, ni estás en condiciones de resolver.
  11. Uno viaja, no siempre por diversión, sino como si huyera de lo que considera inaceptable. Moviéndose de un punto al otro, alimenta la esperanza de llegar a otros mundos y escapar del suyo, el inicial, que sin embargo reproduce en cada lugar en el que se detiene.
  12. Uno se atrinchera en un sitio, poco importa si cómo o mezquino, lo defiende con uñas y dientes de posibles invasores, podría llegar a matar por él, no por seguridad ni tampoco porque lo disfrute, sino para evitarse la conquista de otro o aceptar la incorporación de alguien más, cuando se creía dueño de algo que nadie se atrevería a invadir nunca.

Salvador Dalí

No hay hombre ni mujer que no se haya mirado en el espejo y no se haya sorprendido consigo mismo. (Clarice Lispector)

13. Cuando no te queda mucho tiempo de vida, el futuro deja de preocupar. Los grandes proyectos quedaron atrás, no por haberlos realizado, sino porque no logras reunir las fuerzas para emprenderlos, y en el fondo ya no te importan demasiado. Es el ojo de la tempestad, tan calmo porque lo rodea el desastre.

14. A esta altura de mi vida, sé que viví demasiado, aunque al mismo tiempo nunca fuera suficiente, porque a pesar de mis ostensibles limitaciones actuales, en lugar de ver el final como un alivio a tantos padecimientos, no me resigno a desaparecer.

15. Nunca viviré lo suficiente, me digo, aunque viva cien años. Tengo la insatisfacción conmigo, desde que atisbé en otros (que admiro) lo que significaba ser eterno.

16. Sí, reconozco que esperé de mí demasiado y evalué erróneamente los obstáculos que encontraría en el camino, pero en algún momento comprendí que estaba destinado a defraudarme y no sin pena, pero en silencio lo acepté. Me siento más orgulloso de haber alcanzado lo segundo, que de lo primero.

17. No trato de olvidar nada que contradiga la imagen que por simple afán de supervivencia armo de mí. En momentos de crisis he tomado decisiones rápidas, que apostaban a prescindir de las emociones y no pocas veces estuvieron equivocadas.

18. Hubo en mi vida tantos proyectos abortados, que no puedo verme como un Hacedor menor y fallido, sino como un loco enamorado de todo aquello que de acuerdo a las evidencias estaba destinado a no ser.

19. Un día de esos le llegará la muerte, se dice el doctor Fausto, a pesar de que nunca estuvo del todo vivo. Una sed imposible lo corroe. Vendería su alma eterna con tal de disfrutar al menos un día.

20. Hay una tregua, un engañoso instante de calma, cuando te resignas a lo que vendrá, porque lo has visto aproximarse, no ves cómo eludirlo, y mientras tanto te dedicas a lo de siempre, tratas de distraerte, haces como si nunca te hubieras enterado.

¿Le parece posible que se viva delante de un espejo que, a lo más, no satisfecho con devolvernos la imagen de nuestra misma expresión, nos la devuelta como una mueca irreconocible de nosotros? (Luigi Pirandello)