Halloween (I): Promesas del gran cambio

8 noviembre 2019

El Carnaval aproxima, reúne, caza, amalgama lo sagrado y lo profano, lo alto y lo bajo, lo sublime y lo insignificante, la sabiduría y la tontería. (Mijail Bajtin: Carnaval y Literatura)

James Ensor: Autorretrato con máscaras

  • Sabiduría del Carnaval. Durante unos pocos días y en forma festiva, se ignoran las leyes y todas las barreras al deseo se derriban. Después, la ceniza marca el tiempo del duelo por uno mismo, por el exceso que asumió el control durante la ordalía, sabiendo que también eso habrá de pasar.
  • El Carnaval no deja finalmente nada a nadie, dice la gente solemne y se equivoca. Deja pasar la oportunidad de hacer los cambios tan sentidos, que hubieran podido encararse en ese momento, y en medio del ruido son abandonados. Posterga para no se sabe cuándo la próxima crisis, que en el mejor de los casos otros habrán de encarar.
  • Nunca te sientes solo cuando te sumas a la comparsa. Esperas que te aplaudan, sin importar lo que hiciste o dejaste de hacer. Te despreocupas de las consecuencias. Te has vuelto invencible al incorporarte a un grupo. Eres al mismo tiempo tan imposible de ignorar como invisible.
  • Salirse de uno mismo suele ser vivido por muchos como un instante de suprema libertad. ¿Puede prolongarse? Vivir fuera de sí es un desafío condenado al fracaso. Tarde o temprano la rutina se impone al desenfreno. Si alguien no quiere instalarla por su cuenta, los demás lo obligan.
  • Alegre parece en ocasiones la destrucción, porque la construcción suele ser siempre más penosa. Tentador puede ser el desenfreno, porque muchos deciden diluir sus responsabilidades personales, cuando pasa de moda el raciocinio.
  • Si uno participa en la ruptura del orden establecido que plantea el Carnaval ¿quién es uno después de pasado el entusiasmo? Alguien que preferiría olvidar el momento en que se abandonó a impulsos habitualmente controlados, para no quedar atrapado en esa imagen que algunos aplauden y sin embargo cuesta justificar.
  • Uno quiere olvidar ciertas actuaciones de sí mismo que prosperaron al calor del entusiasmo, porque reconocerse en ellas, implicaría confesar que uno ha sido en algún momento y a pesar de las represiones habituales, aquello que en otros suele rechazar.
  • ¿Cómo dejar de lado los malos pasos que se dieron sin pensar en las consecuencias, las debilidades que pudieron ser evitadas, las traiciones que se acumularon, el descontrol que se celebró en compañía? ¿Cómo negar aquello tan penoso que tal vez otros ignoren y sin embargo uno recuerda?
  • Hay futuras víctimas que pueden ser hoy alegres victimarios. Ojala olviden su exaltación actual, para no quedar fascinados por la memoria de lo que pudieron haber evitado.
  • Si uno justifica el despojo, ¿quién es uno? Alguien que se ofrece para ser víctima de un próximo despojo, en una espiral de violencia que tal vez no sea eterna, pero mientras tanto arrastrará a unos cuantos.
      James Ensor: Banquete del hambre
  • Después de quebrarse los pactos de convivencia, ¿cómo volverse a mirar sin temor las caras? Te veo (me ves) en adelante sin demasiadas opciones, como posible enemigo o posible cómplice.

¡Qué natural es destruir lo que no podemos poseer, negar lo que no entendemos e insultar lo que envidiamos! (Honoré de Balzac)

  • La Revolución, como el Saturno de la mitología, devora a sus hijos, para producir finalmente despotismo, con las inevitables calamidades que lo acompañan. Lo dijo Pierre Victurnien Vergniaud, revolucionario y  víctima de la Revolución Francesa.
  • Hacer la Revolución no es ofrecer un banquete, escribió Mao Zedung, que algo sabía del tema. Los protagonistas no tardan en descubrir de un día para el otro, que les reservaron un lugar porque son el plato principal que otros devoran.
  • Me entrego a impulsos que siempre estuvieron en mí; los mismos que gracias al temor a la represión social habían permanecido bajo control. Veo cómo me libero de tomar decisiones complejas pensando en sus consecuencias. De acuerdo a las evidencias, estoy perdido.

Cuando algo es urgente, ya es demasiado tarde. (Charles Maurice de Talleyrand)

  • Hubo un momento en que el zombi prueba por primera vez el sabor de la carne humana. Si le gusta y su apetito continúa, ha comenzado a comportarse como un monstruo y solo puede esperar que lo traten como tal. Asusta y por eso van a destruirlo.
  • Hay una solidaridad en lo mejor de cada uno, donde ya no importa quién es uno, quién es otro, cuando somos nosotros. Suele durar muy poco, pero vale la pena recordarla, porque hasta su brevedad alegra la grisalla del egoísmo.
  • Hay una solidaridad en lo peor de cada uno, que se impone fácilmente en una crisis. Cuando la represión queda en suspenso o quizás vuelva a imponerse y poco importa que uno intente detenerla, ¿por qué no violar todas las normas, si al hacerlo en compañía deja de parecer un error?
  • Dar por olvidadas las infracciones acumuladas durante la fiesta, no es aceptarlas. Es el precio para intentar algún futuro, aunque sea éste de las heridas que no siempre se han cerrado y quedan a la vista de todos, incluso de quienes no tienen idea de cómo llegaron a producirse.
  • Probablemente no es disfraz, sino implacable desnudez, lo que se revela en Halloween. La máscara destapa aquello que simula encubrir. Allí están las fantasías más oscuras. Allí está lo que uno opina sobre sí mismo. Rara vez agradable. Tal vez trivial, también horrible.

    James Ensor: Entrada de Cristo en Bruselas

  • Resaca de Halloween: las máscaras han caído y ahora podemos vernos tal como somos: bastante más feos y desprotegidos que durante el frenesí de la fiesta. Más de uno cierra los ojos para evitar enterarse.
  • Basura de Halloween: tanto la insubordinación que asustaba a algunos, como el mensaje de las burlas que otros descifraban con dificultad, fragmentados, en desorden, fallidos en su mayoría, ya no expresan nada.

Irrupción de la vida festiva a través de la cual ocurre una fuga o escape del orden vigente, para inaugurar algo así como una segunda existencia, que contradice desde luego la congruencia identitaria instituida por las relaciones sociales y por la reiteración del régimen discursivo en el que se habita. (Raúl Ernesto García Rodríguez: La carnavalización del mundo como crítica: risa, acción, política y subjetividad en la vida social y en el hablar)