Anunciado fin del mundo

27 marzo 2020

Danza macabra medieval

El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos. (Antonio Gramsci)

  1. Periódicamente uno enfrenta las evidencias de un inminente fin del mundo que no parecen ser nada apresuradas. Mucho se perdió, uno acepta sin más datos que todo se perdió, por lo que se ve obligado a recoger sin demasiadas alharacas lo poco y maltrecho que queda, para dedicarse a rehacer (a reinventar) lo que hace falta. Otra alternativa: dejarse morir. Esa la desechas.
  2. Hay épocas en las que se tiene la impresión de que nada cambiará nunca y todo habrá de repetirse en un sinfín que seduce o desespera. En esos momentos, no se divisa ningún posible fin de lo existente. Uno apuesta sobre lo que cree seguro y pierde, uno construye castillos en el aire y los ve derrumbarse.
  3. De un día para el otro, todo cambia. Sin decidirte a analizar lo sucedido, lo consideras el desastre, porque deberás revisar tus preciosas rutinas, cuando te habías resignado al fin, que por esta vez se posterga. ¿No es la oportunidad que otros suplican y te quejas de verte obligado a disfrutar?
  4. Nada suele ser eterno. Nada hay que no se corrompa. Nada que no se desordene con pasmosa facilidad. ¿No es un consuelo pensar que el fin de cada uno repita la universal impermanencia de todo lo existente? Condenados se encuentran los intentos de que estos procesos se detengan o reviertan .
  5. En el paisaje de ruinas nucleares que dibujó Georg Grosz, quedan en pie figuras escuálidas que de algún modo no murieron y por idéntica sinrazón van a seguir viviendo, con la memoria indeleble de que la Muerte es, como en el Medioevo, la gran compañera y adversaria de todo lo que vive.

    Ingmar Bergman: El Séptimo Sello

  6. El caballero de El Séptimo Sello desafía a la Muerte a una partida de ajedrez. La Muerte gana, como era de prever y se lleva a todos consigo (menos a la sagrada familia de comediantes). El juego solo consigue darle otro día de vida a quienes se encuentran condenados. Otro final no cabe.
  7. Mueres tantas veces a lo largo de tu existencia y renaces tantas otras, que dejas de otorgarle demasiado peso al trámite. Así es tu vida y no por eso te distraes, porque cada muerte puede ser la definitiva y no deberías desaprovechar la preciosa oportunidad de haber vivido.
  8. Lo veías venir y a la vez le dabas la espalda. Lo anunciaban las películas de zombis, el auge de las drogas, los tatuajes que mancillan la piel de los jóvenes: querías morir y no creías en otro futuro que la muerte. Ahora la tienes ahí, obscena, victoriosa. No es una pesadilla, sino tu espejo.
  9. Reiteradamente anunciado, el fin del mundo se encuentra hoy al alcance de la mano, bastante más accesible de lo que pudo haber sido imaginado. A pesar de los aspavientos, nos estábamos preparando para recibirlo y entregarnos, menos aún para evitarlo.
  10. “No entres dócilmente en esa dulce noche” advierte el poema de Dylan Thomas. No te entregues antes de tiempo. No adelantes la rendición, porque la muerte ha vencido a todos y te vencerá a ti, pero te habrás resistido hasta el final y mientras dure esa lucha inútil, tu vida tendrá sentido.
  11. Cortejar a la muerte no es seducirla ni ponerla de tu lado. Uno se acostumbra tal vez a la presencia de la muerte, pero no por eso la elude. El plan de convertirse en su aliado tampoco sirve. Uno puede ser su vecino, su admirador, su abogado defensor y sin embargo continúa siendo su víctima.
  12. Inventamos el más allá para consolarnos de nuestra inevitable finitud. Algo debe consolarnos de lo que sabemos y tratamos de olvidar. Algo debe permitirnos desechar las evidencias del fracaso de la vida cuando me centro en mí, del triunfo de la vida cuando se mide desde una perspectiva más amplia.
  13. Aislado(a) te encuentras más seguro(a) pero a la vez más expuesto(a) a la no pequeña responsabilidad de enfrentar quién eres, qué esperas, cómo te involucras en el mundo que amenaza con derrumbarse. Antes de la crisis, podías ignorarlo alegremente. Ahora no.
  14. Me tocó la suerte de vivir, privilegio que a continuación me gané defendiendo con uñas y dientes todo aquello que me ataba a la vida. De haber pensado más en mi ombligo, probablemente hubiera disfrutado más, pero dañando a mucha gente, sin hallarle mucho sentido a la experiencia y durante menos tiempo del que estoy ocupando.
  15. Cuando has perdido casi todo lo que te ataba al mundo, poco te preocupa tu final. Ya lo veías. No querías apresurarlo, ni hacerlo más penoso, pero tampoco imaginabas que fuera posible eludirlo por demasiado tiempo. La coincidencia de mi fin con el FIN poco me dice. Tampoco me consuela.
  16. No he llegado a este mundo solo para disfrutarlo. Tampoco para llorar porque no es tal como un desubicado como yo esperaba. Voy descubriendo día tras día para qué estoy aquí, sin creer que mi existencia le importe mucho a nadie. Soy lo que soy, no demasiado, rara vez todo lo que puedo ser.
  17. Tal vez mañana digan: “Buenas noticias. El fin del mundo que tantas voces anunciaban, que se veía como algo inminente, por esta vez queda postergado. No es la primera vez que ocurre. Solo fue un ensayo del definitivo fin, pero no des por sentado que vas a participar en él. Bastó este simulacro aterrador para que al menos tú quedes fuera del juego”.

    Posadas: El Jarabe de Ultratumba

  18. En viejas imágenes de la muerte, ella ríe, libre de la carne que en los seres vivos ata a los placeres y el dolor. La muerte exhibe los dientes, pero su alegría es una mueca. Si baila o canta en los grabados de Posadas, celebra la postrera igualdad que se impone a privilegiados y desposeídos.
  19. Balance de situación. Con esto que tengo ahora (y no es lo que esperaba tener) debo seguir viviendo. Los amados proyectos que elaboré durante años poco importan. Los recuerdos que creí parte indisociable de mí, menos aún. Quedan todos ellos atrás, como el lastre que uno deja caer para elevarse.

El reto de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin desilusionarse. (Antonio Gramsci)