ANOMIA

  1. Arréglate como puedas, allí donde te haya tocado estar, con los pocos recursos que obtengas no importa cómo, mientras dure una situación que de acuerdo con las evidencias no controlas. Tal es el mensaje reiterado, hasta volverse indiscutible, que termina por tatuarse en la conciencia de quien no divisa en el horizonte nada mejor. ¿Cómo extrañarse entonces de que reacciones como un perro apaleado? Buscas de nuevo y feliz a quién te golpeó.
  2. ¿Qué se compra hoy en el mercado? ¿Qué precio están dispuestos a pagar los consumidores? Eso es lo que producirá y en el mejor de los casos venderá, siempre y cuando le deje buenas ganancias. Detenerse a pensar en la opinión sensata (y casi siempre desfavorable) de aquellos que no tienen nada que ver en la transacción, pero se permiten evaluar la vida ajena, es perder el tiempo, algo que no está dispuesto a desperdiciar.
  3. Algo aprendió muy pronto y no fue en la escuela, donde se suponía que lo formaban: debía valerse por sí mismo. No es una lección muy amable, ni lo enorgullece haberse visto obligado a aprenderla, ni siquiera sirve para asegurarle el reconocimiento universal, pero tampoco se olvida y más de una vez le permitirá salir con vida y cicatrices, allí donde otros se entregan.
  4. Pronto comprendió que (le gustara o no) debía eliminar competidores. No había peores adversarios que aquellos a quienes consideraba sus amigos, y tal vez lo fueran, hasta el momento en que advirtieran la posibilidad de obtener impensados beneficios al olvidar toda promesa de lealtad. En esa situación, ¿quién dudaría en ser Judas? Imaginar que cualquiera haría lo mismo, lo liberaba de toda responsabilidad en sus propias traiciones.
  5. Las simplificaciones son adictivas. Abrigan y no tardan en ahogar a quienes las aceptan. Una vez incorporadas a la rutina, la opción de examinarlas con objetividad y desecharlas en caso de estar equivocadas o ponerles un límite para que no desborden la razón, se revela imposible. De pronto ellas son todo el universo imaginable, ellas imponen sus reglas. Tienes que aceptarlas.
  6. Está convencido de haber llegado a ser el dueño vitalicio de la verdad, gracias a un privilegio que Dios le concede. Haga lo que haga, resulta imposible que se equivoque. Si algo no coincide con sus expectativas, lo atribuirá a un complot de sus enemigos que combatirá sin reparar en los recursos que utilice, o apartará la vista para no enterarse de su existencia, cuando lo derrotan.
  7. Preferiría seguir engañado, creyendo que la realidad cambia siguiendo el ritmo de sus deseos tan generosos como desinformados, pero no es así; la porfiada realidad le demuestra su error a cada rato. Debería ser muy imbécil o estar convencido de su rol mesiánico para ignorar las evidencias.
  8. Sí, ha vivido, envejeció, se ha recuperado de una multitud de desengaños, debería haber acumulado información que le permita decidir a conciencia cada vez que enfrenta los mismos problemas. Sin embargo, los errores en serie que ha cometido le demuestran, que a pesar de tantas experiencias que dejan su marca difícil de ignorar, nadie aprende nada.
  9. Se resiste con convicción digna de aplauso a cualquier cambio. En ocasiones debe poner en juego todo su ingenio para seguir siendo quien ha sido, quien está convencido de ser de ahora para siempre, aunque la recompensa que obtenga de su intento no pase de ser un desengaño más. No está bien informado, le demuestran reiteradamente los hechos.
  10. Hace tiempo dejó de preguntarse quién era, qué estaba haciendo en este mundo, cuándo le correspondía intentar averiguarlo, para continuar en la misma dirección que estaba siguiendo o detenerse antes de empeorar su situación. ¿Por qué habría de cuestionar todo lo que (en algunos casos) y en otros acepta y disfruta desde siempre? Cuanto más prolonga su aceptación del error, más difícil resulta corregirlo.
  11. Solo quiere más de aquello que conoce bien, aunque sabe que no es bueno. Ha renunciado de antemano a mejorar su situación. Le encanta retener para su exclusivo disfrute lo poco que alcanzó con tanto esfuerzo, y al cabo de un tiempo, sin embargo, lo defrauda. Está obligado a reconocer (con pudor) sus límites. ¿Pero acaso hay algo distinto?
  12. Desde que recuerda le han dicho quién es, qué puede esperar de los demás, qué le corresponde hacer en este mundo y también en el otro. Pudo haberlo olvidado o (lo más probable) decidió olvidarlo, porque se creyó destinado a gozar de una libertad mayor, ilimitada, más vengativa que reivindicatoria, solo entrevista en sueños. ¿Qué ha conseguido al adoptar este camino? Probablemente nada.
  13. Ser libre, para el prisionero que lleva encerrado toda su vida, es ignorar el orden que en la actualidad lo somete; es humillar de inmediato a quien lo humilla desde que recuerda. Cuando despierte de su estéril fantaseo, si alguna vez despierta, el reconocimiento de haber confundido sueños y vigilia solo conseguirá incrementar su enojo. Perdió las oportunidades que le fueron brindadas, sin disfrutarlas.
  14. No acepta límites. Nunca se los marcaron. Creció viendo cómo a pesar de que otros más afortunados vivían sin ellos, el anunciado castigo de los moralistas no llegaba. Prescindir de alguna violación a normas tan arraigadas, era como desprenderse de una parte de su cuerpo, operación que puede ser necesaria en ocasiones, pero de todos modos resulta inaceptable.
  15. No necesita que nadie le cuente qué debe hacer. Ya se lo han dicho más veces de las que estuvo dispuesto a aceptar. Si ha callado, fue por cálculo. Gracias al silencio, los convenció de que había aceptado sus valores, aunque todo el tiempo se dijera: me da lo mismo. Puede dejarlos felices y olvidarlos.
  16. Insatisfecho, sabe muy bien qué le falta, qué le molesta. No está dispuesto a aceptar nada que lo contradiga, ni a participar en negociaciones prometedoras, mientras no satisfagan sus demandas (legítimas o no) como si el universo entero debiera prestarle particular atención y no reparara en costos, con tal de calmar su todopoderoso enojo.
  17. ¿Cuesta mucho no pensar qué está haciendo ahora, qué estuvo haciendo antes, qué hará después? ¿Cuesta menos dejarse llevar por impulsos que no se analizan ni se contrastan con ninguna regla compartida? Quiere ser dueño de sí, no responder de sus actos ante nadie más. Quiere simplemente salirse con la suya.
  18. Hay evidencias contundentes que no lo detienen. Fracasará su proyecto de alterar el orden establecido, porque no está preparado para llevar a cabo una empresa tan grande como esa. Todo quedará en unas cuantas bellas frases, que ojalá se olviden, para no comprometerlo más de lo que está.
  19. Deberá pagar los daños que causen sus decisiones no pensadas, sus promesas irresponsables. Quedará marcado para que lo repriman cada vez que lo intente de nuevo, pero entre tanto logrará hacerse notar, como alguien que puede molestar, causar miedo, obstaculizar por un rato a quienes pudieran detenerlo.
  20. ¿Quién es? No se lo pregunta. No se lo informaron o tal vez lo ha olvidado y prefiere actuar dejándose llevar por las emociones. No quiere preguntárselo, para no encontrar una respuesta que probablemente conoce de antemano y por algún motivo que no entiende, le repugna aceptar.
  21. Hay una sensación de libertad imposible de ignorar en la violencia desmedida. Por fin, después de tanta sumisión a normas que le fueron impuestas y no termina de aceptar, por fin responde como quería: demostrando que defenderá sus intereses vulnerados, sin importar lo que cueste.

Deja un comentario