Altar de los sacrificios

Abraham e Isaasc

Abraham e Isaasc

  1. ¿Acaso no esperas que otros se sacrifiquen para sacarte de los problemas en los que te has metido, como si ese fuera el secreto plan que el cosmos reserva para todos ellos? Mientras tanto, ves la desgracia ajena como un episodio lamentable que te invita a apartar la vista, no sea que la compasión te comprometa a realizar gestos concretos para aliviarla.
  2. Cordero de Dios, que de acuerdo a la liturgia quita los pecados del mundo: ¡qué desafío me plantea cuando despierto a las cuatro de la madrugada, pensando en lo que me falta por vivir, con el objeto de resolver los enigmas que hallo en el camino y solo a mí me corresponde encarar!
  3. Poner el cuello al cuchillo, no lo hace nadie que se encuentre en su sano juicio. Cuando se logra convencer a la víctima para que se entregue sin lucha, solo se completa la crueldad del asesinato.
  4. Abraham está dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, en homenaje a su Señor. Que un ángel enviado por Dios detenga la mano de Abraham, apenas un segundo antes de que el acto irreparable se cometa, no cambia demasiado el vértigo de una fe que requiere la equiparación de la vida de un ser humano con la fe en Dios.

    Francisco de Zurbarán: Agnus Dei

    Francisco de Zurbarán: Agnus Dei

  5. Agnus Dei qui tollis peccata mundi / Miserere nobis. / Agnus Dei qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem. ¿Por qué se pide piedad al cordero que antes o después habrá de sacrificarse? Si hay alguien que no tiene por qué perdonar, es la víctima.
  6. ¿Qué puede conmovernos más, que la muerte probablemente inútil de aquellos que apenas comienzan a vivir, y se sacrifican gustosos, convencidos de ser invencibles? ¿Cómo decirles que se ofrendan por nada?
  7. Un crimen es un crimen, bastante más injustificado cuando el asesino se encuentra convencido de que tiene una razón para cometerlo.
  8. Uno vive aplicando a su vida cotidiana los modelos de conducta que recibió en su infancia sin pedirlos y aceptó porque no veía otras alternativas, cuando tampoco tenía conciencia de lo que estaba aprendiendo. Pensar que es mejor sacrificarse por los demás, que sacrificarlos a ellos para beneficiarse uno, es uno de esos paradigmas con los que se avanza o se atasca uno en el camino, mucho antes de comprender que mejor sería dejarlos de lado.
  9. Sacrificarse es el gesto supremo, que enaltece a quien lo intenta. Quizás por eso uno lo reserva para otros y da un paso atrás, cuando se le presenta la oportunidad de encararlo.
  10. Apasionadamente discutiré lo que supones tu justo derecho a sacrificarme, con tal convicción que no es improbable que te agreda en defensa propia y trate de eliminarte de este mundo, si advierto que mis sinceros argumentos fallan.
  11. De acuerdo a los sistemas totalitarios, la ocasión de sacrificar la vida por el Estado, suele ser presentada como un privilegio que reciben algunos seres humanos en la flor de la edad y no les está permitido rechazar. Ellos son héroes, que sirven de ejemplo. Cuando las cosas empeoran, sin embargo, la lista de privilegiados se amplía indefinidamente: cualquiera da lo mismo.
  12. Tarde o temprano hay que pagar por la oportunidad única de haber llegado al mundo. La felicidad que algunos disfrutan en distintos momentos de sus vidas, debe ser compensada por ellos mismos o por alguien más. Pensar que todo lo que se goza resulta gratis o puede ser entendido como un premio, no es más que un espejismo insostenible.
  13. Hay quienes deciden ofrecerse voluntariamente en sacrificio, y quienes son sacrificados sin consultarlos, incluso a pesar de su resistencia, porque otros han decidido que nacieron para víctimas. Prefiero ser de los primeros y me resisto a que me consideren entre los segundos.
  14. No es demasiado probable que alguien pueda ser feliz sin causarle daño a nadie. Si trato de postergar mi sufrimiento, lo hago a expensas de alguien que tiene tanto derecho a no sufrir como yo.
  15. En el cine de Kenji Mizoguchi, siempre hay alguien (lo más probable, una mujer) que se sacrifica por la felicidad de aquellos que ama, con la decisión de quien sabe que no existe otra salida. No hay en esos gestos voluntarios, la menor esperanza de un reconocimiento futuro, ni un reclamo de justicia. Alguien tiene que pagar, y en esos casos no es precisamente el más débil.
  16. Las mujeres suelen ser educadas para aceptar que el sacrificio es un premio sublime y paradojal que la Naturaleza les depara. Tal vez se quejen del privilegio, pero rechazarlo sería entendido como una traición por el grupo que las rodea. El rol de los hombres no es más amable: ellos fueron acondicionados para actuar como verdugos.
  17. No hay mayor prueba de amor que el sacrificio voluntario por aquellos a quienes se ama. Dicho lo anterior, cualquier sacrificio solicitado tiende a ser visto como un abuso inaceptable.
  18. Estés dispuesto o no, en el momento oportuno alguien se acercará dispuesto a sacrificarte en su exclusivo beneficio. Antes que vivir por simple inercia, confiando que no habrá de sucederte nunca, tu satisfacción debería ser la de comprender que tu entrega al cuchillo no carece de sentido.
  19. Abraham condujo al sacrificio a Isaac, el hijo que tanto le había costado engendrar, para demostrarle a Dios una sumisión a toda prueba. Si bien la mano del padre fue detenida a último instante por el ángel, ¿qué divinidad tan cruel puede ser esa que exige el crimen para verificar el amor de su criatura, cuando había tantas otras más reveladoras, como vivir de acuerdo a sus preceptos?
  20. He sido hijo de una víctima. Conozco, desde que tengo memoria, las condiciones intolerables que debe aceptar alguien que no tiene opciones, cuando tiene que salvar la vida de otro, a quien no habrá de pedirle recompensa. De algún modo fui preparado para no esquivar los golpes. Los que deba sufrir, serán por una causa que yo acepte.
  21. ¡Saber que sufres por alguien a quien amas, que vale la pena preservar del dolor, se parecería demasiado a la felicidad, si no fuera porque antes o después no consigues olvidar que eres tú quien sufre en su lugar!
  22. Ser feliz por azar, sin haber hecho nada para merecerlo, empaña cualquier atisbo de alegría. No importa que nadie te acuse de estar ocupando el lugar de otro. Tú sabes que tu disfrute es un insulto.
  23. Analizadas las tragedias colectivas de Waco o la de Guyana en 1985, se tiene la impresión de que nada resulta más fácil para la gente desvalida, que inmolarse por algo superior a ellos mismos, que suponen merecedor de cualquier sacrificio. Aceptado lo trágico de una decisión como esa, la inercia de la estupidez humana es lo que se define en tales acuerdos.
  24. ¿Para qué morir por algo que uno considera más grande que la propia vida? ¿Para qué vivir por algo que no se detiene a pensar en algo imposible de descontar, como tu muerte?

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